El ministerio de defensa, antes llamado del ejército y antes más de la guerra, según la pose histórica que los militares adoptaban ante la sociedad en el organigrama gubernamental, ha organizado un congreso de historiadores para conmemorar el quinto centenario de la primera vuelta al mundo, que por cuenta de la corona de España inició en mil quinientos diecinueve el marino portugués Fernando de Magallanes y, a su muerte en la batalla de Mactán contra los indígenas filipinos, terminó el vasco Juan Sebastián Elcano, de vuelta  tres años más tarde al puerto de origen en Sanlúcar de Barrameda. La noticia de la celebración la ofrece el primer canal de la tele pública y el comentarista subraya que esta vuelta al mundo fue el primer precedente de la actual globalización, lo que a grandes rasgos no deja de ser cierto pero que, en vez de tener un efecto exultante, resulta más bien melancólico. Se entiende que el gobierno  de don Rajoy necesite alguna evocación imperial para atravesar este trance mohíno en el que su credibilidad depende de lo que resuelva un juez en Schleswig Holstein (parece una rutina que la honra española se juegue en tierras de Flandes o por ahí) y se entiende también que el congreso conmemorativo se adelante más de un año al aniversario cronológico de la aventura de Magallanes y Elcano porque en agosto de dos mil diecinueve podría ocurrir, dios no lo quiera, que don Rajoy no esté en la poltrona para inaugurarlo. Por lo demás, es característico del modus operandi del presidente del gobierno encargar cuestiones de estado a sus subalternos y agregados, en este caso a doña Cospedal, que en la mencionada noticia de la tele se trastabilló en el siglo en que había tenido lugar la hazaña marítima que se conmemora y lo dejó entre un siglo y otro, sin pestañear.

Henri Bergson argumenta en su teoría sobre la risa que esta se desata por el contraste entre el carácter rutinario y repetitivo de los actos humanos y las circunstancias cambiantes. Ejemplo: un tipo cruza la calle todos los días por el mismo punto; un día los operarios municipales han abierto la tapa de la alcantarilla y el tipo desaparece por el agujero. Risas. En este terreno, doña Cospedal, por nombre artístico doña Finiquito Diferido, es un genio del humor del nivel de Harold Lloyd colgado de las manecillas del reloj de la torre. En estas fechas de aflicción, más por lo que pueda ocurrir en Schleswig Holstein que por lo que ocurrió en el Gólgota, que ya no tiene remedio, doña Cospedal ha ordenado a sus tropas posición a la funerala y bandera a media asta. Otra rutina que viene de antaño y que doña Cospedal aplica mecánicamente, sin preguntarse si las circunstancias han cambiado y ya no estamos en un régimen nacionalcatólico, ¿o sí?. La medida castrense ha sido cuestionada por los de siempre, los de la cáscara amarga, que en este caso ha incluido al defensor del pueblo, que será un infiltrado. Pero veámoslo con las palabras del poeta John Donne, cuando se pregunta por quién doblan las campanas: nunca preguntes por quién está la bandera a media asta, porque está por ti.