Los humanos somos seres históricos, lo que quiere decir que nuestra personalidad o carácter está moldeada por patrones del pasado y no termina de formarse por completo hasta la vejez. De hecho, la vejez es el estado biológico por el cual un individuo termina por parecerse por completo a su caricatura. Ha sido necesario que don Rajoy se alejara de la actualidad y fueran cosa del pasado sus retruécanos y absurdos juegos de palabras para que comprendiéramos de manera cumplida que hemos sido gobernados por un burócrata engreído y medroso. También estamos en condiciones de saber sin ápice de duda que don Aznar es un milhombres al que la naturaleza le hurtó veinte centímetros de talla, y que don González es la tortuga sabihonda que ya parecía ser cuando arrastró tras de sí a la mayoría del país. Don Sánchez, que nos gobierna, es demasiado joven para que pueda considerarse poseedor de una Gestalt. Por ahora es un joven núbil, tocado por la misma gracia que salvó a Moisés de las aguas, para el que un afanoso entorno de asesores y estilistas buscan una identidad. Su imagen, por decirlo así, está en periodo de pruebas.
El primer ensayo lo ha hecho con llamativas gafas ray ban o marca similar mientras viajaba en una aeronave. La imagen ha despertado la indigencia intelectual y argumentativa de los portavoces del pepé, pero también ha sido objeto de escrutinio en el tribunal popular de las redes. Las dichosas lunettes pretenden, al parecer, dar un aire kennediano al presidente pero, en la memoria, esas gafas las usaban los pilotos que bombardeaban las aldeas de Vietnam y los agentes de la cia que viajaban a Latinoamérica para supervisar las técnicas de represión de las dictaduras del lugar. Ya lo dice el epitafio de Walter Benjamin: todo documento de civilización lo es también de barbarie. O para decirlo de otro modo, ninguna imagen es inocente. El segundo intento de los asesores del presidente es aún más arriesgado y barroco: publican una serie de imágenes de sus manos que gesticulan en el curso de alguna conversación o conferencia cuyo contenido no se hace público. Son las manos de un prestidigitador. También esta imagen ha activado la tortuosa memoria y ha traído a mientes otro desapacible recuerdo. En cierta ocasión, el filósofo Karl Jaspers, que estaba perseguido por los nazis, preguntó a su amigo Heidegger, que era nazi, “¿Cómo es posible que Alemania pueda ser gobernada por un individuo de tan escasa formación como Hitler?” A lo que el interpelado respondió: “La formación es indiferente por completo…, mire usted sus preciosas manos”. Vaya, un inocente comentario sobre el intento de vestir la imagen de don Sánchez ha llevado a este escribidor a caer bajo la jurisdicción de la ley de Godwin. Pido disculpas por ello.
La impaciencia es un rasgo dominante de la vejez. El presente está colmatado de recuerdos, y la memoria es una ropavejería rebosante. Nada es igual al pasado. Por eso quizá, don Sánchez debiera tener menos confianza en las ray ban y más confianza en el futuro; deshacerse de la brigadilla de estilistas y afinar la oreja a lo que dice la gente. Lo cual lleva a otro recuerdo histórico, este más reciente y personal. Las elecciones generales de mil novecientos noventa y tres las ganó don González por la mínima, y, ante el varapalo de sus electores, declaró: he entendido el mensaje. Pues bien, no había entendido nada en absoluto y tres años más tarde perdió las elecciones y la poltrona. La moraleja quizá podría ser: no uses gafas de sol en situaciones de penumbra.