El llamado plan Bolonia entregó la enseñanza superior al mercado y a sus caprichos y exigencias, y despojó a las acreditaciones académicas de los atributos de independencia intelectual y fiabilidad científica. Másteres y doctorados dejaron de servir a la exigencia del saber para convertirse en apósitos para el medro profesional. En vano, porque la devaluación consiguiente de los títulos y su proliferación hicieron inservible su función como trámite para la consecución de un empleo decente, cuyo acceso sigue regido por los mecanismos de siempre: pertenencia familiar, amiguismo, compadreo, intercambio de favores y suerte, que son los ingredientes de la ligazón de las clases dirigentes. Un buen tema de investigación para una tesis doctoral sería responder a la pregunta de por qué un país hipertitulado tiene como bases de su desarrollo el turismo y el ladrillo y ninguna de sus universidades está entre las mejores doscientas del planeta. Pero eso sería ciencia y aquí estamos en la novela picaresca. Faltó tiempo para que, entre nosotros, el plan Bolonia generara un número indeterminado de patios de Monipodio. Uno se ha descubierto en la u-erre-jota-ce pero todo el sistema está bajo sospecha y la atmósfera propicia toda clase de rumores.

La tesis doctoral de don Sánchez ha caído bajo uno de los más potentes porque la derecha ha encontrado en ella una vía para sacudirse su propio malestar. Y así hemos llegado a que la competencia de un trabajo académico en el nivel más alto de la escala sea evaluado en tertulias televisivas y quién sabe si más tarde por la pareja de la guardia civil a petición del fiscal. Don Sánchez es un tipo ambicioso y tenaz, de eso no hay duda, criado en la época feliz en la que mercado, academia y política buscaban nuevas formas de entrelazamiento productivo o, para decirlo en jerga, de crear sinergias, y su discutida tesis doctoral es un producto de esta situación. No es aventurado suponer que la tesis carece de interés científico, aunque haya sido realizada de acuerdo a todos los protocolos (vaya palabreja aplicada en un contexto básicamente anárquico) y normas legales vigentes. Es importante lo de las normas legales porque los tribunales se han convertido en la última ratio de nuestro sistema político y la última ratio significa responder a la pregunta: ¿es amigo tuyo el juez?  Ahora mismo, las miradas están dirigidas a la sala del tribunal supremo que debe admitir o no a trámite la investigación de don Casado y su máster ful porque de la sala forma parte el juez Llarena.