Nuestra cultura literaria está cimentada en el silencio de las mujeres desde que, en el canto primero de la Odisea, el imberbe e insolente Telémaco ordena callar a su madre Penélope porque esta no quiere oír el doloroso relato de las zozobras que acosan a su marido Ulises en su viaje de vuelta a casa en Ítaca, que estaba siendo recitado por un cantor para entretenimiento de su hijo y de los zánganos que la pretendían a ella mientras esperaban que enviudase. Telémaco sale al paso de su madre: ¿Por qué, oh madre, le impides al hábil aedo que trate de agradar como el genio le inspire? Tú vete a tus habitaciones de nuevo y atiende a tus propias labores, al telar y a la rueca; el hablar les compete a los hombres y entre todos a mí, porque tengo el poder de la casa. Casi tres mil años después de esta escena, otra mujer, otro personaje literario, trasunto de la Penélope homérica, aguarda en soledad a que su marido vuelva de su odisea urbana por las calles de Dublín. En la niebla de la espera, la conciencia en estado de duermevela de Molly Bloom desgrana un torrente de recuerdos, imágenes, deseos, lamentaciones, promesas, obsesiones, materiales ígneos, en fin, de un volcán ocluido desde el origen de los tiempos, como si la silenciada Penélope rompiera a contar su historia. Estamos a dieciséis de junio de 1904 y empieza un siglo en el que de manera creciente e imparable hablar dejará de ser competencia exclusiva de los hombres, como creía Telémaco.
La biblioteca pública de Barañáin inicia hoy un ciclo de lecturas en el que se examinarán cinco novelas de ganadoras del premio Nóbel de Literatura entre 1991 y 2017: Nadine Gordimer, Toni Morrison, Elfriede Jelinek, Alice Munro y Svetlana Alexiévich. No son las únicas ganadoras del premio en este periodo porque habría que añadir a Doris Lessing , Wyslawa Szymborska y Herta Müller. El ciclo está dedicado a la obra de escritoras reconocidas por un premio colonizado por los hombres, en el año en que el movimiento feminista ha adquirido una visibilidad universal y una presencia ineludible. Las autoras elegidas comparten la circunstancia de haber vivido una misma época, que es también la nuestra, si bien proceden de países, culturas y circunstancias muy diversas, y también lo son sus puntos de vista sobre el mundo que describen y sus estilos literarios. En sus obras encontramos la experiencia de las mujeres contadas por mujeres en contextos trágicos de dimensión universal, como la guerra o la segregación racial, pero también en el aprendizaje cotidiano de la vida, en la familia, en la calle, en la profesión, en el mundo, por último.
La biblioteca adoptó hace unos meses el nombre de María Luisa Elío (en la imagen), cuya infancia estuvo vinculada a la localidad cuando era una aldea rodeada de campos de cereal donde ella pasaba los veranos. Escritora de un solo relato y cineasta de una sola película, ambas obras dedicadas a la tarea de atrapar el pasado y de recuperar la experiencia ida. En un cierto sentido, Elío es una simbiosis de Ulises y Penélope. Como el primero, fue una exiliada que navegó para volver a Ítaca; como Penélope, habitó largamente una casa interior vacía. Este ciclo será también un homenaje a ella.