Don Julio Rodríguez, al que todo el mundo conoce con el galáctico apodo del exjemad, es un personaje llamativo en la foto podemita, y lo es por dos razones, por viejo y por militar. En ese universo bello y juvenil, de chavalería molona que no ha hecho la mili ni maldita la gana, aparece una figura enjuta, grisácea, de aspecto melancólico, soso, quijotesco, al que la organización no consigue entronizar en ningún cargo público a pesar de los sucesivos intentos electorales. Lo único seguro de este tiempo de confusión en que vivimos es que el futuro no es de los viejos; cualquiera que sea la derrota que adopte el país, será tripulada por la generación que está en la cuarentena. En esta nave espacial el exjemad pertenece a otra galaxia y a otra era geológica y ha sido incorporado a la tripulación como Chewbacca al Halcón Milenario. En los vaivenes de la política, el hado ha querido que el exjemad termine enfrentado con doña Manuela Carmena, otra abuela, y todos sabemos quién gana en esta pugna por el afecto de los nietos.
Los jóvenes podemitas aman a los viejos como las nietas de este escribidor aman a sus abuelos (podemos es una entidad muy feminizada). La abuela está en el ajetreo del hogar, atiende a sus necesidades, responde a sus deseos, gratifica sus anhelos y envuelve a las chiquillas en una imperceptible atmósfera de calidez y seguridad mientras el abuelo permanece en el margen de la escena como un estafermo, a la espera de no se sabe qué, y malhaya si se le ocurre inmiscuirse en este círculo de juegos. Lo ha intentado don Rodríguez en el jueguecito preferido de las/los jóvenes políticos –la confección de la lista electoral- y ha salido rebotado con la misma determinación que la pequeña Ainhoa emplea para echar a su abuelo de la habitación en la que ella, su hermana y sus primas juegan con la abuela. Tú vete, que estamos con la abuela. Es lo que le han dicho la adorable Rita Maestre y sus amiguitos/as concejales al exjemad. Imaginamos el estado de ánimo del militar híper condecorado ante la desenfadada audacia de la pequeña Rita para echarle del cuarto de juegos, a él, que ha dirigido nada menos que a todo el ejército español, lo que quiera que signifique eso. Y ahí está la clave, que nadie sabe qué significa el pasado en el que tintinean la medallas. Quizá don Rodríguez podría escribir un blog, como hacen otros abuelos que conocemos.