Hace ya algún tiempo que la constitución española da muestras de esclerosis, lo que la convierte en un artefacto rígido, duro, susceptible de ser utilizado como una maza. A medida que el proceso de fosilización avanza, cada vez más porciones y más amplias de la sociedad renuncian por activa o por pasiva a reconocerse en  el marco constitucional y de manera correlativa mengua el número de constitucionalistas; un título, por lo demás, sin especial acreditación, que, como el máster de don Casado, se otorga a amiguetes. Esta mañana el pesoe ha visto retirada su acreditación de partido constitucionalista por don Aznar, un personaje que escribió contra la constitución cuando esta entró en vigor. Don Aznar es un espécimen químicamente puro de lo que Dionisio Ridruejo llamaba el macizo de la raza. Don Ridruejo tenía buenas razones para conocer qué era eso porque procedía de la misma meseta política y geográfica que don Aznar. El término, tenuemente lírico, como corresponde a la condición del poeta que lo puso en circulación, ha quedado anticuado y fuera de uso, y los jóvenes lo han sustituido por franquismo, pero el franquismo no agota el concepto, es solo uno de sus avatares, el último registrado, precisamente el que se pretendió superar con la constitución del setenta y ocho, y por eso don Aznar fue un temprano objetor del texto constitucional.

Don Aznar sabe bien que el franquismo es un hecho irrepetible hoy pero, con voluntad y un poco de suerte, se podría restaurar su antecedente civil: la confederación española de derechas autónomas, la ceda de Gil Robles. En la época del fascismo rampante, este político conservador, clerical y autoritario puso en pie un movimiento que copiaba maneras de Mussolini y hacía clamar a sus seguidores: todo el poder para el jefe. La dictadura de Franco puso fin al tinglado y llevó al jefe nonato a mutar en demócrata-cristiano (como hoy hubiera mutado en liberal) y a presentarse con este marbete a las primeras elecciones de la actual democracia, sin éxito. No hay que ser un lince para apreciar que a don Aznar no le incomoda la idea de una ceda a su medida. En la misma charleta en que ha despojado al pesoe de la acreditación constitucionalista, ha hecho una sinopsis personal del actual panorama político que, en su opinión, se resume en dos rasgos: 1) tenemos un gobierno del frente popular (socialistas, comunistas y separatistas) y 2) las derechas, que bajo su férula  estuvieron unidas en una sola sigla, están ahora divididas en tres. Don Aznar considera que vox es de centro-derecha, y sin duda tiene razón según su regleta pues es improbable que sea más extremista que él mismo. ¿Y cómo se arregla esta división fraterna del llamado centro-derecha toda vez que no es probable un golpe militar al que sumarse, como hicieron en último extremo los cedistas en el treintaiséis? Pues bien, reconociendo que hay varias derechas, que son autónomas y que pueden confederarse para dar todo el poder al jefe, es decir, a don Aznar, el godzilla que emerge de la amnesia que decretó el régimen del setenta y ocho. Los pueblos que ignoran su  historia están condenados a repetirla, como dijo el otro.