El diccionario rae no da ninguna definición de ultraje o ultrajar, solo ofrece un pequeño manojo de sinónimos para recreo de poetas y escribidores sin inspiración, y al parecer también para juristas con mala leche. Ultraje: acción de ultrajar, ajamiento, injuria o desprecio; ultrajar: ajar o injuriar. Estamos, pues, ante términos que flotan en la sopa del lenguaje sin referente externo alguno, campos semánticos autorreferenciales, que cualquiera puede utilizar para un roto o un descosido si lo que pretende es echarle chile muy picante al debate. Es lo que han hecho un sindicato policial y un juez al sentar en el banquillo al humorista Dani Mateo por ultraje a la bandera. La primera curiosidad de esta imputación es que, al parecer, se puede ultrajar a objetos inanimados. Si esto es así, las campanas de la vecina parroquia de San Miguel ultrajan todos los días mis tímpanos, o para decirlo con una figura más próxima al proceso que nos ocupa, se suenan los mocos en mi oreja. Estaremos atentos a este sumario por si sentara jurisprudencia para poner una denuncia al campanero, al párroco, o tirando hacia el último responsable, al papa de Roma.
Extinguida, al parecer, la inquisitorial y talibanesca operación Araña que emprendió la fiscalía del pepé para cortar las uñas de la libertad de expresión en las cabezas de un puñado de raperos, el artículo incriminatorio (nº 543) ha quedado en el código penal como una delicatessen en el bufé, a disposición de eventuales salvapatrias hambrientos, un género que amenaza con darnos una fabulosa cosecha en este año y venideros, y al que sin duda pertenece este sindicato policial que al alimón con un juez afín ha decidido hacer pasar un mal rato, que puede durar meses con resultados siempre inciertos, al osado humorista. Por hacer una observación de derecho comparado, no se entiende por qué utilizar la bandera para una urgencia mucosa es más grave que utilizar el asta que la sostiene como garrota, lo que hicieron los patriotas que con gusto hubieran partido el alma a las muchachas de femen que irrumpieron en la concentración franquista a pecho descubierto (¡qué valor!). Pero, en fin, confiemos en que esta y otras dudas sean resueltas por la nuestra independiente justicia.
Por si fuera poco el delito de ultraje, los acusadores han esgrimido contra el humorista el artículo 510 del código penal que castiga los delitos de odio. Es un artículo pensado para proteger a las minorías contra agresiones o discriminaciones por motivos de raza, religión, creencias u orientación sexual, pero he aquí que, según la lógica de la denuncia, en el mismo acto el acusado ha (presuntamente) injuriado a España y a una minoría por razón de sus creencias, como si fuera lo mismo que te echen de una discoteca por el color de tu piel o te veten para un empleo porque eres gay que alguien se suene los mocos con un trapo. ¿Quiere decirse que el honor de España está residenciado en lo que piensa este hasta ahora invisible sindicato policial? Una vez, más dejemos que lo dilucide nuestra independiente justicia. ¡Y suerte para Dani Mateo!