Tener dinero es tener tiempo. El tiempo se compra. Todo se compra. Ser rico o hacerse rico es tener tiempo para ser feliz cuando eres digno de serlo. (Leído en La muerte feliz, Albert Camus)

Don González, el superjefazo del megabanco bebeuveá se jubiló hace unas semanas con una pensión que oscila entre ochenta y ciento diez millones de euros, según los titubeantes cálculos de diversas fuentes porque son cifras inimaginables para el común. Don González conseguía así su tiempo para ser feliz porque ¿quién discute que era digno de serlo? Hay que aclarar que la cita que encabeza esta nota forma parte de un discurso de inducción al robo, homicidio mediante, que se producirá en la novela de Camus unas páginas más adelante. Al poco de jubilarse, don González aparece relacionado con el comisario Villarejo, ese fouché ibérico que comparece ante el público embozado tras una carpetilla de oficinista en la que parece guardar los destinos de la patria y que, como el Fouché histórico, ha servido a todos los gobiernos y a todos los amos.

El tenebroso asunto, para utilizar el título de otra novela, de Balzac en este caso, es un espionaje masivo a capitostes del mundo de las finanzas y del gobierno presuntamente encargado por el banquero al policía para hacer frente a cierta operación financiera en la cúpula del banco que, entre otros efectos, habría puesto en peligro la suculenta pensión del banquero. Cuando se descubre la conspiración a través de hilachas de información que se hace pública, el delito, si lo hubo, ha prescrito.

Nunca terminamos de entender cómo funciona el estado. Los sustantivos que se aplican a los hechos resultan de inmediato insuficientes; los adjetivos, banales. Las sucesivas incursiones exploratorias en este organismo que nos contiene a todos son como una lección de anatomía que no da tregua al asombro ni al escándalo. Nos hablan de las cloacas, pero descubrimos que no están soterradas sino sobre nuestras cabezas, invisibles más allá de las nubes del discurso público. Esta mañana dos teatrillos se han superpuesto en la plaza. Juzguen cuál es más real y a la postre más inquietante y amenazador. Uno, el rosario de tópicos que ha desgranado en el parlamento andaluz el candidato a la presidencia regional; el otro, la conversación de dos policías negociando el robo de bienes públicos para cumplir las órdenes del banquero. Al primero le votamos para que nos camele, a los otros les pagamos para que nos roben, y lo curioso es que en algún punto de la carrera, de alguna manera, unos y otros serán cómplices de la misma acción concertada, de lo que nos enteraremos cuando el delito haya prescrito.