Un politólogo de vitola ha afirmado que millones de europeos ni son fascistas ni idiotas, como preámbulo para explicar el auge de lo que se viene llamando el populismo de derecha o de extrema derecha. Las palabras husmean sobre la almoneda de la realidad en busca del significado que les cuadra. Tiene razón el politólogo porque en un sistema democrático la ciudadanía carece de esencia, no es ni tal cosa ni tal otra; simplemente vota la opción preferida de entre la oferta disponible; luego vuelve a casa y hasta la próxima. En cuanto a la idiotez, nos aqueja a todos de fábrica. Pero tanto la imaginación como la experiencia humanas son muy limitadas y es inevitable que ciertas proclamas y acciones nos lleven a pensar en términos del pasado. Ni verdugos ni víctimas pueden escapar de la historia compartida con desigual suerte, como vemos cada día en los noticieros. Y este es un juego de verdugos y víctimas.

La afirmación del citado politólogo ha coincidido en el tiempo con la demanda del portavoz voxiano andaluz de que le sean entregadas las listas de funcionarios en servicios públicos que entienden de la violencia de género a fin de examinar su idoneidad para el desempeño de esta función. La iniciativa puede ser acogida con extrañeza procedente de la lógica administrativa: ¿para qué necesita los nombres de los funcionarios, que son públicos?, ¿con qué criterios va enjuiciar su idoneidad profesional?, ¿con qué efectos? Estas preguntas resultan ociosas porque la clave de la iniciativa no está en el procedimiento sino en el enunciado: lo importante y lo verdaderamente significativo son las listas, no su objetivo. Primero, las listas; después, ya veremos qué hacemos con los que aparezcan en ellas. Listas negras, listas de desafectos, listas de los que no van a misa, listas de masones y judíos, listas de enemigos del partido, listas de depurados. En la obra bufa Nekrassov, de Jean-Paul Sartre, que se representa estos días con gran éxito en un teatro madrileño, la lista de los que serán fusilados cuando los soviéticos invadan París es uno de los temas que hilvana el desarrollo de la farsa. El automatismo mental que nos lleva a considerar la iniciativa voxiana como fascista es el mismo que lleva a los voxianos a presentarla a sabiendas de que es fascista. El chiste está en que ha sido presentada al (y contra el)  gobierno andaluz, de impecable marbete liberal, que los voxianos han votado en el parlamento.

El politólogo mencionado afirma que el auge del populismo de derecha se debe al abandono de la batalla cultural por parte de las democracias liberales, que han preterido o abolido en el debate público nociones como patriotismo, identidad y fe religiosa. Es obvio que en sociedades dominadas por la lógica de los mercados estas nociones sentimentales no cotizan en bolsa, pero nadie es perseguido por sentirlas ni manifestarlas; al contrario, los llamados liberales se esmeran en cultivarlas en público porque reconocen su potencial  movilizador. La cuestión es en qué momento los liberales necesitan hacer listas o socios que las hagan.