Un tal Toni Roldán ha desertado de su partido, ha dado un discurso para explicarlo en el que ha quedado claro lo mucho que se quiere, y de inmediato se ha visto jaleado en el gallinero mediático por la importancia del gesto ya que el desertor pertenecía al núcleo duro de la organización y sus razones han impactado en la línea de flotación del partido, etcétera. La política como novela de aventuras. La deserción de don Roldán no es más que el enésimo aldabonazo para que don Sánchez no tenga que buscar a su izquierda y entre los nacionalistas los apoyos que necesita para la investidura. Pero el desertor es siempre una figura muy teatral y apreciada por el público porque introduce variedad e imprevisión en una película que está resultando extraordinariamente aburrida.
Los que abandonan son de los ejércitos emergentes, naranja y morado, y todos salen en la misma dirección. Hace meses, los desertores procedían de la organización podemita; el último y más famoso, don Errejón. Ahora que los podemitas están echando el bofe en los últimos metros de la carrera, parece que le toca a los ciudadanos. Don Roldán pertenece a estos últimos. Podemos y Ciudadanos son dos ensoñaciones históricas surgidas de la periferia del sistema en un momento de crisis económica, que era también social y política. Al frente en ambos casos estaban sendos grupos de académicos que postulaban soluciones de izquierda y de derecha, respectivamente, si bien camuflaron su mensaje para hacer creer, y quizá creer ellos mismos, que esta distinción estaba obsoleta. Mientras los paquidérmicos partidos tradicionales reaccionaban a la amenaza de los intrusos y ponían en orden su casa, los emergentes crecieron en votos y en expectativas, sin que por otra parte alcanzaran el ansiado sorpasso que les habría otorgado la primogenitura. Pero apenas todos los partidos en liza han quedado en igualdad de condiciones, se ha visto que quienes más reservas tienen y mejor conocen el terreno son los tradicionales, así que los emergentes, para adaptarse a la lucha, han debido suplir su debilidad orgánica con un hiperliderazgo que los ha arrastrado a toda clase de retorcimientos y renuncios y los ha desfigurado por completo. El contraste entre la ensoñación y la realidad es insoportable para espíritus finos y va de suyo que algunos de los intelectuales que alumbraron los dos proyectos prefieran volver a la ensoñación, un terreno más propio de su formación libresca y en el que se encuentran más seguros.
El desertor don Roldán ha formulado con retórica ampulosa las razones de su abandono: ¿cómo vamos a superar la confrontación de rojos y azules si nos convertimos en azules? , ha proclamado. Pero, ¿de verdad no había advertido tan agudo intelectual la coloración azulada de su partido que era obvia para todo el mundo?, ¿cuánto tiempo hace que el instinto de la plebe manifestado en las redes sociales se refiere a don Rivera como falangito? Esta modesta bitácora publicó hace dos años una entrada que intentaba mostrar el absurdo de la impostada equidistancia entre rojos y azules. El liberalismo no tuvo peso en España ni en su momento de auge en el siglo diecinueve, fue inexistente en el veinte y en este siglo es solo la máscara vergonzante del partido de los propietarios. Así que tiene lógica la táctica de don Rivera intentando hacerse con el mando del campo conservador; otra cosa es que lo consiga porque ni siquiera depende de sus esfuerzos. En un país surcado por una abismal desigualdad entre las oligarquías y el común y aquejado de una desestructuración territorial crónica, las famosas clases medias también están divididas: las hay de derecha y de izquierda según su renta y la satisfacción de sus expectativas, y las hay centralistas y nacionalistas. ¿Qué liberal puede hacer equilibrios en este pedregoso rompecabezas? El equívoco está en el mismo lenguaje. Cuando don Rivera habla untuosamente de los autónomos como sus bases privilegiadas, quiere ignorar que el término encubre a una mayoría de asalariados precarios. No importa, a los naranjos les ha faltado tiempo para sustituir al desertor por un modelo viviente de su doctrina: el expresidente mundial de coca cola. Van a necesitar un peso pesado del dinero porque, en estos momentos, los poderes económicos que auparon a don Rivera se deben estar preguntando si no deberían volver a la casa madre del pepé, ahora que el fastidioso sambenito de la corrupción ha dejado de captar la atención del público. Esperar y ver.
Magnífico Manolo magnífico