Crónicas de agosto, 12

Le haré una oferta que no podrá rechazar. El celebérrimo latiguillo pertenece al diálogo de la película El padrino y lo pronuncia don Vito Corleone con su característico lenguaje críptico dirigido contra un adversario que se interpone en sus designios. Esta mañana, hemos vuelto a leer esta expresión, u otra muy parecida, en el diario de referencia, que informa sobre la zona oscura del desacuerdo de la izquierda. El periodista aclara, o especula, nunca se sabe, que el pesoe hará una muy buena oferta a los podemitas para que se olviden de su manía de un gobierno de coalición, y añade el periodista,  la oferta no solo incluirá una propuesta programática sino también algunas sorpresas. Esperemos que las sorpresas no incluyan la aparición de la cabeza de un caballo decapitado en la cama del matrimonio Iglesias-Montero.

Cada día que pasa, la ciudadanía de izquierda está más harta y desconcertada, y don Sánchez y don Iglesias, más ensimismados en sus respectivos papeles. El primero se reafirma en su naturaleza mesiánica cada vez que se afeita por la mañana, convencido de sus poderes sobrenaturales, que tanto valen para reunir a su alrededor a la sociedad civil como para ofrecer una sorpresa a su socio/adversario. El teólogo alemán Hans Küng se preguntaba en qué medida era el cristo-hombre consciente de su condición divina como hijo-de-dios. No creo que fuera un proceso deliberativo de toma de conciencia sino simplemente, una evidencia. El tipo iba por los caminos de Palestina y se encontraba con un entierro, cambiaba unas palabras de consuelo con los deudos y el difunto resucitaba. ¿Qué necesidad había de hacerse preguntas?

A don Sánchez le ocurre lo mismo. Todo en su vida política es providencial: sobrevivió a la defenestración a manos de sus iguales y se hizo con el mando del partido; llegó a presidente del gobierno en una moción de censura que fue una carambola sin precedentes; ganó de largo unas elecciones sobre sus numerosos competidores y lleva meses paseando el palmito por las cumbres internacionales como si no estuviera en funciones en el cargo y fuera presidente vitalicio. ¿Cómo no creer de sí mismo que guarda en un arcón mágico innumerables sorpresas que asombrarán a propios y extraños?

Don Iglesias pertenece a una mitología anterior. Hércules, que sostiene sobre los encorvados hombros a su desvencijado partido; Sísifo, que empuja una y otra vez la piedra de su ambición a lo alto del gobierno; Teseo, que se abre paso en el laberinto para enfrentarse al Minotauro del poder; Hermes, que trae la buena nueva y de paso te roba la cartera. Es el politropos de los griegos, el hombre de los mil ingenios. Y ahí están don Sánchez y don Iglesias, dos seres mitológicos, envuelto cada uno en su propio relato, como se dice ahora, devorando la paciencia de sus votantes y practicando una tomadura de pelo que dejará efectos duraderos y una memoria imborrable.