Un amigo que sigue los comentarios de este blog pregunta si me preocupa vox. Sí, mucho, le respondo sin dudarlo. El intercambio de mensajes se hace por guasá, lo que impide la extensión del argumento, así que lo intentaré ahora. La pregunta y la respuesta tuvo lugar el mismo día en que una víctima de la violencia machista, Nadia Otmani, condenada a una silla de ruedas porque fue tiroteada por su cuñado cuando defendía a su hermana, se enfrenta al líder voxiano, don Ortega Smith, que acababa de pronunciar un discurso deliberadamente falso y vejatorio contra las mujeres, en sintonía con la agenda oficial de su partido. La reacción de esta valerosa mujer iluminó varios aspectos contenidos en la pregunta que intento responder. El primero, no por anecdótico menos significativo, fue la cobardía del matoncillo voxiano, incapaz de mirar a la cara de la mujer que le increpa y que representa las consecuencias de lo que él está predicando. El segundo aspecto, asociado al anterior, es que la doctrina voxiana tiene efectos reales y letales. Vox mata, como advierten a los fumadores en los paquetes de cigarrillos.
La tercera enseñanza de este enfrentamiento es que si don Ortega Smith ha hecho un discurso público y en sede oficial que es falso y atentatorio contra la integridad de las mujeres es porque la totalidad del sistema político le ha permitido hacerlo. Si los voxianos son la tercera fuerza política en el parlamento es por la inepcia y la cobardía de todos los demás partidos del sistema, singularmente de la llamada por ellos mismos derechita cobarde. Ahora bien, los voxianos están donde están por una acto positivo de voluntad de sus votantes. Se formula una pregunta retórica, ¿quiere decir que hay tres millones y medio de fascistas en España? La pregunta está mal formulada porque, aunque se conteste que así es, no explica nada. La extrema derecha está ocupando en toda Europa un vacío que crece en el interior de las sociedades. Vacío de argumentos, de objetivos y de sentido. El sistema no responde a qué estamos haciendo, a dónde vamos y a qué coste. El gobierno de las sociedades se ha dejado a la lógica del mercado y de sus operadores. Las élites beneficiarias de la situación, de Felipe González para arriba, por decirlo de una manera que se entienda, no creen necesario preguntarse por qué ellos son los beneficiarios ni cuál es el coste de sus beneficios para el común. La izquierda, a su vez, carece de relato alternativo después de décadas de pactar con el adversario, aceptar sus reglas del juego e imitar sus métodos, corrupción incluida. Cada titubeo o gesto de impotencia de la política para encontrar una salida al laberinto lo aprovecha la extrema derecha, como se ha visto con la repetición de elecciones. Ahora mismo, la derecha apuesta por una tercera convocatoria a las urnas, con la seguridad de que las ganará aunque sea llevada del dogal por los voxianos.
El sistema es disfuncional y de manera creciente las clases medias sienten las llamas del incendio a sus pies. La extrema derecha es la reacción de sectores aún no damnificados pero que ven en riesgo su bienestar y su estatus social. Son movimientos reaccionarios cuyo bagaje ideológico bebe de la tradición y de la identidad. No quieren reformar el sistema, solo quieren sentirse seguros en él, volver a los orígenes, cuando aún no era tan amenazador para sus intereses y creencias. Los voxianos representan un franquismo tardío, de cuando la dictadura se había convertido en un hecho atmosférico, despuntaba un bienestar tangible y tranquilo y las cosas eran como dios manda. Para alcanzar este objetivo necesitan identificar a sus aliados y a sus adversarios. Entre los primeros, sin duda, el pepé, que procede de la misma matriz y al que por ahora se limitan a montar y espolear como a una jaca remolona. El discurso voxiano es brutal, zafio y estridente, pero, lejos de de ser una muestra de torpeza, es parte de su atractivo. En cuanto a los objetivos, el rechazo a los inmigrantes, en primer término, es el más fácil porque es compartido de manera más o menos declarada o vergonzante por amplias capas de la población. El otro objetivo, el feminismo, es un hueso más duro de roer porque es el único movimiento auténticamente revolucionario que ha impregnado a toda la sociedad. Pero hay esperanza, el primer asalto contra un alienígena voxiano lo ha ganado una mujer e inmigrante, víctima de la violencia machista.
P.S. Empieza la negociación entre el pesoe y la esquerra catalana, plagada de cautelas, distingos, condiciones y equívocos. Los negociadores deben recordar que cada titubeo, malentendido, reproche, desacuerdo y demás zarandajas a las que tan aficionados son los partidos que llamamos progresistas son votos para el zurrón de vox.