Alborozo boreal. Finlandia y Suecia abandonan su neutralismo histórico y solicitan el ingreso en la coalición militar contra Rusia, y, mientras se ultima el papeleo, ya pueden considerarse miembros de pleno derecho, como ocurre en los clubs finos donde ingresas avalado por los socios veteranos y ya saben que eres de fiar. No es extraño que el gerente del club esté exultante. En este caso hay una pega, un voto en contra, de Turquía, que acusa a los aspirantes de proteger a un grupo terrorista, es decir, a los kurdos.
En el constructo del orden internacional como un robusto mosaico de estados fuertes y cerrados, siempre aparece algún espécimen de lo que llamamos naciones sin estado, con las que nadie sabe qué hacer, situadas a medio camino entre la diplomacia vergonzante y la ayuda humanitaria. Hace unas semanas, en el flanco sur de la otan, aparecieron los saharauis; ahora, en el flanco oriental, son los kurdos. Gentes a las que dedicamos nuestros mejores sentimientos pero ninguna ayuda política real. El anuncio de veto de Turquía podría significar el debilitamiento del frente meridional de la guerra insomne contra Rusia a la vez que se refuerza el frente septentrional.
Rusia, a su turno, ha emprendido la guerra de Ucrania por la misma razón, vista desde el otro lado del espejo: su objetivo es privar de estado a una nación a la que considera una mera excrecencia del alma eslava. Ojo a este dato porque desde el atentado de Sarajevo, 28 de junio de 1914, todas las guerras mundiales han empezado en un territorio donde la nación y el estado no están bien soldados. Es el nacionalismo, ese mal de la modernidad sin el que no podemos vivir.
Al solicitar su ingreso en la otan, Finlandia se sacude la servidumbre de más de ochenta años de un neutralidad forzada por su vecino ruso con el que las relaciones nunca han sido relajadas y menos cordiales. Lo justito para tener la fiesta en paz. Finlandia desarmada posee uno de los servicios de defensa civil más desarrollados del mundo y una impresionante red subterránea de búnkeres, por si acaso. La invasión rusa de Ucrania ha terminado por convencer a los fineses de que necesitan algo más disuasorio que los búnkeres. Ahora, ofrece al club occidental mil trescientos cuarenta kilómetros de frontera con el país de don Putin, llanos, blancos y diáfanos como una hoja de papel.
A su vez, la neutralidad de Suecia ha sido voluntaria y muy activa hasta el punto de constituirse durante todo el siglo pasado en el rasgo característico de la política exterior del país, si bien la imagen de Suecia pacífica y progresista empezó a ensombrecerse el último día de febrero de 1986, cuando asesinaron al primer ministro Olof Palme, un socialdemócrata pata negra, de los de antes, al que los sectores de la derecha sueca, de donde salió su asesino, acusaban de ser agente de Moscú porque se oponía al apartheid sudafricano y a la dictadura de Franco. El último vestigio del neutralismo de Palme ha sido borrado estos días cuando los socialdemócratas suecos han liquidado sus resistencias internas para votar a favor del ingreso en la alianza armada.
Obsérvese que la mutación de este tiempo nuevo pasa por cambios radicales en el pensamiento y la estrategia de los partidos socialdemócratas europeos. No solo los suecos se abrazan a la otan; los alemanes liquidan la histórica ostpolitik de Willy Brandt vigente desde los años sesenta; los franceses desaparecen del mapa en medio de una gran confusión, y los españoles han culminado su tránsito desde aquel falsete de otan, de entrada no, hasta enviar armas para una guerra externa sin consultar al parlamento ni explicar nada a la población. Atención en la izquierda: ¡sálvese quien pueda!
La construcción europea, ese anhelo nunca culminado por pejigueras leguleyas e intereses territoriales contrapuestos, deviene de pronto zafarrancho de combate y el europeísmo fetén se manifiesta en acopiar sacos terreros, cavar zanjas de trinchera y levantar barreras de alambre de espino en la frontera con Rusia y votar a Ucrania en eurovisión. El estallido de una guerra parece que resolviera una crisis existencial y durante las primeras horas o días del conflicto se ve acompañada de una cierta euforia entre quienes no son directamente agredidos pero sí se sienten concernidos. Por ende, el ingreso en la otan es un negocio muy ventajoso porque disuade a tus adversarios, ciertos o posibles, sin apenas coste para el contribuyente. Europa es una entidad dependiente y si hay que elegir un paraguas imperial para cubrirse de las inclemencias del tiempo, que sea el del imperio conocido, el de toda la vida. Lo que ocurra más tarde, ya veremos.