El periodista Enric Juliana comentó días atrás, a raíz de la enésima negativa del pepé a cumplir con su obligación constitucional de pactar la renovación del poder judicial, que el sol de Madrid había aplanado a don Feijóo. El sol de de la meseta, al contrario del que reina en Galicia tras los celajes del Atlántico, da luz y calor en un cielo claro y puede ser abrasador. En pocos meses, don Feijóo ha sido sometido a un escrutinio para el que no le habían preparado los trece plácidos y brumosos años cumplidos al mando de la xunta gallega.

El amigo Quirón caló al personaje al instante. Quirón tiene buen ojo para estos menesteres, quizá por su familiaridad con el mundo antiguo, donde todo está escrito y representado. Fue el primero que nos hizo ver la expresión estólida del personaje tras su apariencia de tipo serio con gafas de miope. Es tonto del haba, como indica su apellido, ese segundo nombre familiar que ponían los romanos (feixo o feixón es haba en gallego), anota Quirón el filólogo. Esta identificación no hace al personaje menos temible desde que los sondeos detectaron el famoso efecto Feijóo en la carrera electoral, así que, a modo probatorio de la hipótesis inicial, Quirón empezó a engrosar un expediente con las melonadas, lapsus y salidas del tono del personaje desde que está en el candelero. Luego ha resultado que esta actividad coleccionista es casi un deporte nacional porque don Feijóo es pródigo en el arte de meter la pata para divertimento y agitación del buen pueblo.

El repaso al archivo de Quirón prometía ser regocijante y ha resultado deprimente, lo que permite entender mejor el arraigado pesimismo de nuestro amigo, que cree que el candidato del haba ganará las elecciones. Don Feijóo sabe poco o nada de casi todo. No conoce el territorio del país que aspira a gobernar ni a sus gentes; la economía para él es una actividad recreativa o mágica; no sabe cómo ni cuando le da el aire, tiene pujos de santurronería opusdeista y, a riesgo de no hacer justicia al justiciero archivo de Quirón, resumiremos que el candidato es lego en cualquier tópico de cultura general que se cruce en su discurso.

Las palabras le traicionan y convierten sus parlamentos en un galimatías y, si prestamos atención a sus puestas en escena, vemos a un quídam desgalichado, remolón, perezoso, que parece preguntarse a cada paso qué hace ahí. Observadores y comentaristas intentan buscar un patrón identificatorio del personaje y el más obvio es la reencarnación de don Rajoy por aquello de los embrollos discursivos que tanto juego dieron en  los programas de humor. Pero lo que distingue a don Feijóo de su ancestro es que este era taimado, sabía bien donde estaba y para qué, y sus trabalenguas servían simplemente para mantener distraída a la plebe mientras él se ocupaba de sus intereses. Don Rajoy ya había llegado a la meta; don Feijóo está aún en la carrera.

Un comentarista más radical afirma, simplemente, que don Feijóo no existe. Es un ectoplasma. Esta arriesgada hipótesis explicaría algunos arcanos sobre cómo es posible que este hombre sin atributos haya llegado a candidato a la presidencia del gobierno, después de gobernar durante trece años, que se dice pronto, una comunidad autónoma, lo que de paso explicaría la pachorra dominante más allá del perímetro de radiación de Madrid. Los partidos políticos son ciénagas impenetrables a la mirada común pero con una intensa vida interna, y, cuando se registran cambios medioambientales, la ciénaga se agita y expulsa a la superficie organismos vivos, batracios de voz cavernosa, ágiles lagartos trepadores e inquietantes caimanes y pirañas, pero también burbujas de gas que estallan al contacto con el aire. Don Feijóo debe estar preguntándose qué clase de habitante de la ciénaga es él mismo. El primero que ha encontrado es de otra especie. La veloz predadora doña Ayuso le ha dejado perplejo.

(El título de esta entrada es préstamo de un esperpento de Valle-Inclán y responde a la festividad del día y a la incógnita de si el protagonista del comentario está muerto o no, políticamente, claro, porque en lo demás, que dios le dé larga vida)