No es un calificativo difamatorio, a él le gusta; incluso le complace que partidarios y adversarios creamos que es un loco peligroso. A tal fin va disfrazado: melena cuidadosamente leonina y patillas de hacha, y cuando se pone las gafas de leer parece el profesor chiflado, un personaje de tebeo no por eso menos inquietante. Pertenece a una especie política, el fascismo, esencialmente teatral y guiñolesca. La característica de su personaje es la motosierra que empuña incluso cuando la ha dejado en el armero por razones de protocolo.
La industrialización de las sociedades en el siglo XX hizo que los emblemas partidarios dieran a las herramientas de trabajo un significado heráldico. La hoz y el martillo es el ejemplo más obvio. Pero se trataba de herramientas masivas, propias de trabajadores manuales y de baja cualificación, como se diría ahora. La automatización de los procesos productivos acabó con esta semántica y el poder político de las herramientas democráticas se vino abajo. Podemos imaginar, aunque no se hayan dado muchas en la historia, una manifestación de obreros que empuñan hoces y martillos pero resulta completamente disfuncional una reunión en la que todos los participantes porten una motosierra. Ese equívoco se ha visto días atrás en las manifestaciones de los agricultores tractorizados. Las manifestaciones callejeras son para los peatones de la historia, como los que piden una mejor sanidad pública. La motosierra está diseñada para que la utilice un operario especializado en tronzar troncos, raíces y ramas, y puestos a ampliar sus funcionalidades, brazos, piernas y cabezas, que es lo que se propone y predica el loco que ha visitado Madrid. Lo asombroso de este tiempo es que el hombre de la motosierra sea aplaudido y votado para la más alta magistratura por aquellos a los que va a cortar las manos con las que le aplauden y la cabeza con la que le votan. Parecería un chiste de argentinos si no fuera una inquietante tendencia en todo occidente.
El hombre de la motosierra ha dedicado su visita a dos menesteres: participar en un mitin voxiano, donde ha expuesto su aterrador programa de gobierno y de paso ha insultado a don Sánchez y a su esposa, lo que empieza a ser ya un sello internacional de pertenencia al club neofascista, y a reunirse con un ramillete de altos empresarios del país, a los que presuntamente ha de beneficiar el plan de la motosierra. No sabemos si este plan ha complacido a los empresarios o, a juzgar por las expresiones neutras de sus caras en la foto de familia que cierra el encuentro, han preferido ocultar sus emociones, o más probablemente, rumiar las consecuencias prácticas de lo que oían. La prédica promete una arcadia para el dinero pero hay que andarse con tiento en las arcadias porque a veces están llenas de gusanos.
Básicamente, este plan debe concluir con un cierto número de espacios primorosamente ajardinados (el hortus conclusus de los clásicos) rodeados de una inabarcable selva donde la vida sería desagradable, brutal y breve, para decirlo en palabras famosas de Thomas Hobbes, el teórico de la necesidad del estado moderno, que el hombre de la motosierra quiere destruir. A esta selva inclemente se dirigirían desde las zonas ajardinadas expediciones de emprendedores en busca de recursos y de espacios para nuevos asentamientos en los que forzosamente habrían de practicar alguna forma de liquidación de la población nativa, ya se llame gentrificación o genocidio, términos que tienen la misma raíz. Nada, pues, que no esté ocurriendo ahora mismo, si bien los partidarios de la fórmula necesitan revitalizarla por métodos más brutales, si fuese necesario, porque, a qué negarlo, los mecanismos internos que la legitimaban se quebraron el 15 de septiembre de 2008, fecha en la se hundió el banco Lehman Brothers, uno de los más grandes del mundo con 639.000 millones de dólares en activos. Fue la era de los bancos sistémicos, que aún no ha terminado, como se adivina en el rifirrafe entre el bbva y el sabadell.
En este paisaje, no es raro que el ministro israelí de la así llamada diáspora haya participado junto al hombre de la motosierra en el mitin voxiano. No es novedad que el tal ministro haya acusado a don Sánchez de lo que pasa en Gaza (dar una colleja al presidente del gobierno de España a cuenta de lo que sea se ha convertido en el santo y seña de estas tenidas de la derecha, sea ultra o mediopensionista) como tampoco lo es que haya comparecido el representante del país más avanzado en la puesta en práctica del plan de la motosierra, cuyos componentes básicos son, industria tecnológica puntera, fanatismo religioso y político en el gobierno, ocupación de nuevos territorios y exterminio de la población excedente.
Tomen nota: esta masa madre va a crecer en las próximas elecciones europeas y puede convertirse en un bollo indigerible.