Sarajevo dista de Kiev 1.653 kilómetros; Kiev de Varsovia, 787, y entre Varsovia y Sarajevo hay 1.369 kilómetros. El perímetro que forman estas tres capitales es un triángulo aproximadamente isósceles inclinado hacia el suroeste, es decir, apuntando al corazón de Europa. Ya habrán advertido el significado de esta geografía: en Sarajevo se desencadenó la primera guerra mundial (1914); en Varsovia, la segunda (1939), y en Kiev está en un tris de iniciarse la tercera (2025). Las circunstancias y consecuencias de estas tres guerras no son idénticas pero las tres ciudades tienen un rasgo en común: están situadas en la linde o línea de fricción entre el imperio ruso y la aglomeración de países que forman la Europa central y occidental. Rusos y occidentales viven en un permanente estado de desasosiego por los intereses e intenciones del otro. No hay modo de acordar dónde termina Rusia y dónde empieza Occidente, o viceversa.

Acto I. Primera guerra mundial. Los rusos participaron junto a Gran Bretaña y Francia contra Alemania y Austria-Hungría (1914), impulsados por la defensa de Serbia, los eslavos del Sur. Pero la Revolución de Octubre (1917) necesitaba la paz para consolidarse en un contexto en que el ejército ruso estaba exhausto y sublevado, lo que obligó a los bolcheviques a una  paz onerosa en el tratado de Brest-Litovsk por el que Rusia hubo de renunciar a su imperio sobre Finlandia, Polonia, Estonia, Lituania y Ucrania, entre otros territorios hoy olvidados, que quedaron en manos de los imperios centrales (Alemania y Austria-Hungría). Cuando estos países perdieron la guerra (1918), el espacio cedido revirtió a Rusia, excepto Finlandia y algunos territorios menores que quedaron bajo dominio de Turquía, el modernizado país heredero del Imperio Otomano.

Acto II. Segunda guerra mundial. Rusia, entonces Unión Soviética, intenta poner freno al expansionismo alemán mediante el pacto Ribbentrop-Molotov (1939) por el que los dos países firmantes se reparten Polonia a ambas orillas del río Vístula. El pacto se firma nueve días antes de que Alemania invada la parte occidental de Polonia para ampliar su espacio vital. La invasión significa el comienzo de la guerra: una vez más, Gran Bretaña y Francia contra Alemania y la anexionada Austria. El pacto germano-soviético de no agresión dura menos de dos años y queda amortizado en junio de 1941 cuando Alemania invade la Unión Soviética. La derrota de Alemania (1945) divide Europa en dos mitades: la oriental bajo dominio ruso y la occidental bajo dominio norteamericano. Estados Unidos había participado en las dos guerras con los aliados occidentales pero en esta última su presencia fue absolutamente determinante para la vitoria aliada.  

Intermezzo. Guerra fría. A medida que avanzaba la guerra contra Alemania, se agudizaba la desconfianza entre aliados del este y del oeste, de tal modo que cuando ambos ejércitos vencedores se encontraron en el  río Elba entre abrazos y brindis para celebrar la victoria (1945) ya sabían que eran enemigos. Una vez más hubo que recurrir a un pacto de no agresión entre los vencedores al que se conoce como Conferencia de Yalta. La nueva situación europea presentaba dos importantes novedades respecto a lo ocurrido en la primera mitad del siglo XX. Primera, todos países europeos quedaron encuadrados en dos zonas de influencia o protectorados militares de los nuevos imperios vencedores: Estados Unidos al oeste y la Unión Soviética, es decir, Rusia, al este. Y segunda, el factor de garantizaba la paz era la aterradora perspectiva de una destrucción mutua asegurada en una guerra nuclear, de modo que la guerra física fue sustituida por una estresante preparación para una guerra que nadie podría ganar. La parte oriental, Rusia, no pudo resistir el pulso y en 1989 perdió la guerra fría: los países bajo su protectorado se emanciparon y la estructura misma de la metrópoli se vino abajo. Como la guerra fría no se consideraba una guerra, no hubo armisticio y los vencedores de la parte occidental y su imperio protector no vieron necesario dar un respiro al vencido, que asistía a lo que parecía su destrucción por la crisis interna y por el cambio de bando de los países bajo su dominio. Volvía el fantasma de Brest-Litovsk pero no por efecto de una guerra sino de una paz tensada por la despiadada competencia militar, política y económica. Otra vez Polonia, Países Bálticos ¡y Ucrania! escapaban de la férula de la madre Rusia.

Acto III. ¿Tercera guerra mundial? Rusia decidió recuperar el terreno perdido a la vieja usanza , mediante una reconquista con tanques e infantería (2014 y 2022): objetivo Ucrania, un país de perfiles difusos cuyo nombre significa frontera con una fortísima impregnación rusa. En la estepa, las dimensiones de la nación se miden por la cabalgada de los jinetes. La sorpresa fue que Ucrania se enfrentó al invasor. La Historia, cuyo fin se había decretado (1992) al unísono de la disolución de la Unión Soviética (1991), ha vuelto a ponerse en marcha. La novedad es que el boss del bando occidental se ha pasado al bando ruso. Son cosas que acontecen en las guerras complejas y confusas en la que los intervinientes deben evaluar sus intereses en cada circunstancia, pero nunca había ocurrido que el capo del estado mayor se pasara al enemigo. Washington, que instigó el desafío ucraniano y arrastró tras de sí al resto de sus titubeantes pupilos europeos ha decidido amistarse con Moscú. La huérfana tropa occidental ha creado una cooperativa bélica con un capital de ochocientos mil millones para ir a las trincheras del siglo XXI. Por ahora falta todo lo demás: casus belli, objetivo estratégico, plan de operaciones, ejército, mando unificado, pero ya iremos viendo.