Todo el mundo entiende más o menos lo que es una víbora, en sentido literal y figurado, pero sopazas es un término de jerga, quizá en desuso, no está acreditado por la rae y en consecuencia su campo semántico es más arbitrario. Al entender de este hablante designa un carácter blando, componedor, lento y escasamente vigorizante. El término deriva del verbo sopar, que, este sí, está reconocido por el diccionario rae y significa en la primera acepción, hacer sopas mojando pan en caldo u otro líquido. ¿Puede imaginarse un alimento más desangelado? Lo que parece cierto es que víbora y sopazas designan bien los extremos del arco retórico del discurso político. Leído hoy: Vox es el juguete de Sánchez para dividir a la derecha, dice el gallego don Feijóo. Típica picadura de víbora. Veamos: los votantes voxianos han salido del partido de don Feijóo, donde sus dirigentes vivieron a la sopa boba, lo apoyan en Andalucía y han dictado la agenda electoral de don Casado, ¿y ahora resulta que es un robotito que maneja don Sánchez?

La derecha es pródiga en víboras, hasta un punto de saturación que probablemente les ha hecho perder las elecciones, pero no el gusto por la intoxicación. Hay otros ejemplos, si se considera que el mencionado es anecdótico: los tergiversadores argumentos de la triple derecha contra la subida de impuestos acordada por el gobierno de don Sánchez. Esta subida, realizada en el marco fiscal convenido en Europa y de lo prescrito en la constitución, afecta a las altas rentas y grandes empresas y es una medida socialdemócrata típica destinada a estrechar, un poco, el abismo fiscal que impera en España y a incorporar, un poco, el esfuerzo de las clases más altas a la empresa  común del país. Lo llamativo es que el gobierno socialista no se ha molestado en ofrecer su propia argumentación a favor de la medida adoptada, no se sabe si porque la considera obvia para su parroquia o porque ha decidido continuar sine die con la estrategia de la tortuga, que a tan altas cimas le ha llevado y que, como todo el mundo sabe, consiste en seguir su camino sin hacer caso al entorno y confiada en que el caparazón le librará de las víboras. Y así llegamos a la figura del sopazas.

El pesoe sanchista no tiene un portavoz reconocible, más allá de las lacónicas explicaciones de doña Celáa o doña Calvo al término del consejo de ministros. Lo más cercano a esta figura es un personaje orondo, de rostro bonancible, voz sorda y parla calma y difusa al que le cuadra el calificativo de sopazas y responde al nombre de don Ábalos. No siempre fue así. El pesoe felipista tuvo durante sus primeros gloriosos tiempos una víbora temible, afilada de figura y lengua, en lo alto del escalafón. Don González y don Guerra, que fungían de amigos, formaban un tándem formidable. El primero hacía política de derechas y el segundo, demagogia de izquierdas y entrambos ocupaban toda la cancha, hasta el punto de que a la derecha propiamente dicha le costó catorce años tocar balón. Si don Sánchez, como parece, quiere seguir los pasos de su ancestro va a necesitar una víbora de buen tamaño a su lado para tener distraído al personal, a la derecha y a la izquierda.