Noticias de la pecera. Una, el jefe de la patronal española, don Garamendi, pide que el gobierno mantenga la reforma laboral del pepé porque la ampliación de los derechos de los trabajadores y el aumento de impuestos unido a los efectos del coronavirus  puede ser letal para la economía, léase los intereses del capital. Y dos, el líder podemita, don Iglesias, promueve una reforma de los estatutos de su partido que le permita permanecer al mando ad calendas graecas. Desde posiciones muy alejadas y contradictorias, ambos personajes ilustran aptitudes de adaptación al medio, que han permitido a la comunidad humana llegar a donde estamos ahora mismo, que no es muy lejos del punto de partida, para decirlo todo.

El naturalismo se propuso mostrar la condición humana a través de los soportes elementales de la especie, dictados por la carga genética y expresados en la necesidad de comida, la satisfacción sexual, un hogar en el que descansar, a partir de los cuales se despliegan las pasiones que informan la conducta. El naturalismo quiso profundizar en las apariencias de la realidad y eclosionó en el quicio de los siglos xix y xx, cuando el capitalismo industrial estaba en su apogeo. El trepidante funcionamiento de las máquinas rompía las convenciones del antiguo régimen y despojaba a los individuos de su antigua envoltura social, a la vez que invitaba al observador a ejercitar una mirada clínica, conductista, sobre la sociedad. Diríase que estamos en una encrucijada parecida a aquella, aunque ahora la mirada debe posarse en un mundo digital en el que individuos se identifican a través de lo que les dicta la pantalla del dispositivo móvil.

El último siglo ha estado protagonizado por las masas y la política se ha explicado en términos de correlación de fuerzas. El espacio público era un tablero de ajedrez cuyas pieza regían sus movimientos por reglas fijas y el resultado de la partida se definía por el ingenio de los jugadores capaces de implementar jugadas inesperadas y audaces que modifican el peso y el valor de piezas en sí mismas mostrencas. Fue el tiempo de la estrategia y la táctica, pero también el de los ejércitos en formación cerrada. La mayoría de los análisis políticos que se leen en prensa están escritos, aún hoy, desde esa perspectiva de juego de posiciones. Pero desde que los ordenadores son capaces de jugar, y ganar, al ajedrez y las masas han dejado de serlo para convertirse en multitudes, hordas, redes clientelares y otras formas de agrupamiento social, la correlación de fuerzas se ha convertido en un tópico inoperante. Volvamos a la pecera.

¿Qué hace pensar al jefe de la patronal que esta gripe asiática es un aliado del capital y que el mantenimiento de los salarios bajos y los impuestos mínimos servirán a la sociedad en esta circunstancia en que la economía se desploma, sobre todo, por la histeria de las bolsas? ¿Y qué hace pensar al líder podemita que se mantendrá en el poder durante más de doce años después de tres elecciones en caída? Hay en las manifestaciones de las elites que nos gobiernan un ensimismamiento delirante que las vuelve inquietantes, cuando no amenazadoras, y que obliga a afinar la mirada para comprender en manos de quién estamos.