Don Sánchez visita la remota provincia subpirenaica. La nota oficial de La Moncloa dice que para presentar el plan de recuperación, transformación y resiliencia. Es un título mareante y amedrentador, como quimioterapia o colonoscopia. En realidad, quiere ser el zurrón de los reyes magos, que en esta parte del mundo comparten el don de la fortuna con un carbonero rústico y malencarado al que llamamos olentzero, metáfora de un pasado legendario: un tío con boina y cachava que baja del monte y disputa la primacía del bienestar y buen gobierno a los reyes que vienen de fuera. En estas fechas el azar ha querido que la provincia esté en la misma onda que el gobierno central: la preside una socialista que gobierna con una mayoría llamada de progreso, agregada de varias siglas, lo que quiere decir que la derecha se ha quedado fuera, como en Madrid. Entre los socios domésticos está bildu, un partido que para la prensa de la capital connota un insecto venenoso pero que aquí es una especie endógena que representa lo que podríamos llamar nosotros mismos o nosotros solos. Es un partido al que los regalos navideños se los trae el olentzero, aunque no desdeñan los que vienen con los reyes magos. Es muy trabajoso ser independentista cuando dependes de todo quisque.

A la salida del acto institucional en el que don Sánchez ha ofrecido su mentado plan, esperaban una veintena de manifestantes, talludos y cabreados, por todo en general. La covid19 inyecta un malestar genérico ante la realidad que puede expresarse de muchas maneras y por cualquier causa. El negacionismo lo mismo rechaza las vacunas que los fondos europeos. En el breve fragmento de la protesta ofrecido por la tele se veía a un manifestante gritarle al presidente del gobierno: vete a tu casa. Aquí la casa es un asunto muy serio, no solo en términos materiales, también metafísicos. Y usted, ¿de qué casa es?, fue una requisitoria no infrecuente en la provincia profunda. Si no podías responder a la pregunta es porque eras viajante de comercio, mendigo o guardia civil. En esta visita don Sánchez tenía un poco de las tres cosas, así que el manifestante cabreado no disparaba a bulto. Son las tensiones de la globalización, que en la vertiente meridional de la cordillera pirenaica se remontan a las guerras carlistas, dos siglos atrás. La buena noticia es que solo eran veinte los manifestantes.