Cada vez que don Felipe González, el galápago de la democracia española, asoma la cabeza bajo el córneo caparazón de la historia, un puñado de votantes socialistas asienten y, a falta de opción mejor, dan su voto al pepé. Así que ha bastado que el ex presidente objetara al proyecto de ley de memoria democrática, hilvanado por el gobierno de don Sánchez y su abigarrada coalición, para que don Feijóo tomara el hilo y prometiera la derogación de esta ley aún en trámite durante un homenaje a Miguel Ángel Blanco, la más notoria de las víctimas de eta.
Un par de enmiendas al proyecto de ley que habrá de debatirse en el parlamento han debido mosquear a don González aunque, con la proverbial astucia de los galápagos, no ha querido ser más explícito. La primera de estas enmiendas obliga a interpretar esta nueva ley de conformidad con los tratados internacionales de derechos humanos, que consideran los crímenes de lesa humanidad imprescriptibles, lo que invalida, aunque no deroga, la ley de amnistía que fue la clave del arco de la transición democrática y de lo que entonces se llamó la reconciliación de los españoles. Esta ley de amnistía, demandada por la oposición antifranquista, inspiró El Abrazo, de Juan Genovés, que identifica bien el estado de ánimo de la mayoría de los demócratas de la época. Nadie que viviera en aquellos días se atreverá a decir la cursilada de que un fue una transición modélica o ejemplar -en política no hay modelos ni ejemplos- pero tampoco fue la turbia prolongación de la dictadura que sostienen los recién llegados a la poltrona.
La segunda enmienda extiende la jurisdicción de la memoria democrática hasta 1983, lo que sin duda toca a don González en lo personal porque en esa fecha hacía un año que estaba al frente de un gobierno asentado en una mayoría absoluta que no ha vuelto a repetirse en cuatro décadas. Calificar a aquel gobierno socialista como franquismo tardío es sorprendente, tanto más si se acepta que los legisladores detienen el cómputo cronológico en el año 83, ¿por qué no en el 84, 85 o hasta ahora mismo? Según cierta lógica de videojuego, el franquismo tardío, toda vez que no fue derrotado por las armas y no puede establecerse una barrera inequívoca con el régimen que le siguió, puede considerarse que se ha prolongado durante (otros) cuarenta años.
Sin duda estas perplejidades nos serán respondidas en el debate parlamentario pero los más viejos del lugar vemos algunos aspectos de esta ley como lanzadas a moro muerto (perdón por el refrán racializado). Establecer la visibilidad y el reconocimiento de las víctimas de la dictadura, sea en fase temprana o tardía, es encomiable y necesario, y se viene haciendo, pero que esto vaya a tener algún efecto jurídico es otra cuestión. Como ejemplo, sabemos que el procedimiento incoado por la juez argentina Servini para imputar delitos de lesa humanidad a un artífice de la transición democrática ha sido revocado en aquel país.
Y aún hay un par de paradojas en este asunto dignas de mención. La primera, que todo este esfuerzo político y normativo por crear otra memoria (la memoria siempre es plural y las versiones se alternan y se solapan) lo haga el mismo gobierno que no ha sido capaz de derogar la ley mordaza ni de implementar un impuesto a los obscenos beneficios de las energéticas, cuestiones ambas más fácilmente inteligibles que lo ocurrido en el franquismo tardío. Como detalle significativo puede recordarse que los vehementes socios de don Sánchez en el reseteo de la memoria histórica votaron en contra de la iniciativa estelar de su gobierno: la reforma laboral.
La segunda paradoja, no menos grave, es que estas medidas no sirven para nada al proyecto de la izquierda realmente existente. Este mismo fin de semana el partido comunista –al que pertenece la futura líder de la izquierda, doña Yolanda Díaz- ha celebrado su congreso, que ha terminado a farolazos. El pecé fue una fuerza clave en la transición democrática, y según la nueva lógica, cómplice de la prolongación del franquismo tardío. Hoy, el pecé ya no parece saber ni para qué está en este mundo.
Yo no estoy en la poltrona y cada vez me gana más la convicción de que en la Transición gloriosa hubo mucho de bluff:pactaron la amnesia histórica y aquí todos buenos. No me extraña que González se resista a que se remuevan demasiado algunos años, los que protagonizó el GAL, por ejemplo.
Hola, Conget, los que vivimos la Transición sabemos que no fue gloriosa ni modélica; fue, como todos los acontecimientos históricos, fruto de la correlación de fuerzas presentes en aquel momento, o, como la definió Manuel Vázquez Montalbán, una correlación de debilidades, y la amnesia no hubo que pactarla porque estaba en la sociedad. Ahora hay una nueva generación en escena que tiene derecho a su propio relato, a condición de que esta preocupación por releer el pasado no les haga olvidar el presente. La cancelación de los títulos nobiliarios de los prebostes franquistas es un símbolo de justicia histórica pero no va a rebajar la tasa de inflación ni el precio de la gasolina. A la derecha le importa un rábano la memoria histórica y por ahora va ganando todas las elecciones celebradas en los últimos meses, y los sondeos la sitúan sin excepción en cabeza.