Hace tres días, Arabia Saudí, un país amigo de España, como Venezuela, ejecutó de una tacada a 47 opositores con las garantías procesales previsibles en un estado que condena a los periodistas a la flagelación, y el hecho ha incendiado el mundo islámico sin que desde ningún rincón de nuestra conspicua clase dirigente se haya oído una voz, ni siquiera un susurro, no ya para condenar las ejecuciones, ni siquiera para comentarlas, a pesar de las obvias implicaciones, para decirlo cautamente, que el borbor de la olla islámica puede tener aquí y en el entorno europeo. Lástima que Arabia Saudí no sea Venezuela, quizás porque ningún dirigente podemita haya tenido un contrato de obra con los jeques del lugar. En el país de la arena, las contratas se las llevan otros. El caso es que nuestra clase política se ha reunido una vez más para apoyar solemnemente a la democracia en Venezuela y, como resalta en el titular de la noticia del periódico de referencia en este tema, Podemos ha eludido hacerlo. Ya ven. Si hasta UPyD, que no existe, ha firmado. No quiero pensar, porque la honorabilidad de los firmantes me lo impide, que esta ardorosa defensa de la democracia en Venezuela sea un arma para identificar al malo de nuestra corrala en un momento en que todos los partidos del arco parlamentario sienten que el suelo se mueve bajos sus pies, pero sí puedo decir, porque tengo edad para hacerlo, que no recuerdo ninguna causa exterior que haya concitado tanta unanimidad entre nuestros políticos como la conquista de El Dorado democrático en Venezuela, ni siquiera la dictadura de Castro en Cuba, el cual compartía queimada con Fraga y obsequiaba ostentosos vegueros a Felipe González. Aburre un poco recordar esto pero no más de lo que aburre la murga venezolana como arma de lucha política interna en nuestro país. El caso es que, por alguna ignota razón política, económica o sentimental de índole doméstica, Castro era un amigo estratégico y Maduro es un enemigo táctico. ¿Por qué? Quién sabe, promesas de jugosas relaciones comerciales futuras, vanidad de políticos en declive, populismo contra los presuntos populistas o la desorientación típica de nuestra clase política, que va a donde va Vicente, o Felipe. Pregúntenselo a los cuarenta y siete ahorcados en Arabia Saudí.
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Gracias, Manuel Bear, por la claridad comprometida y, a la vez, desapasionada con que expone Ud. esa paradoja que la mayoría de nuestros políticos y nuestra prensa (sobre todo El País) ven delante de sus narices, pero no quieren abordar. Ni siquiera tienen la desfachatez sincera de F. D. Rossevelt cuando reconocía a Somoza (si es que es suya la frase) como “nuestro hijo de puta”. Como mucho, consideran a todos los países islámicos una amenaza para el equilibrio interesado y ventajista que pretenden propugnar en Oriente Medio, pero nunca se han atrevido a decir que su hijo de puta es Arabia Saudí.
Gracias por su comentario. El País ilustra sin tapujos lo que se comenta aquí en los dos editoriales de hoy. El primero, y principal, acusa a Podemos de mantener un «silencio intolerable» sobre la situación de Venezuela y, ya puestos, acusa a este partido de totalitarismo y de pretender traer a España los métodos de Maduro, cualesquieran que sean estos. El segundo editorial lo titula con displicencia «guerra civil islámica», vale decir, «pelea de moros en el aduar»y le pasa el marrón de una posible intervención a «Europa», que es el maestro armero de nuestro sistema político. ¿No podría ocuparse también «Europa» de la democracia en Venezuela?