Los prebostes en la unioneuropea han entrado en shock después de que míster Elon Musk, el doctor Mabuse de este tiempo, el empresario más rico del mundo y propietario del conglomerado de comunicaciones más inquietante que pueda imaginarse mantuviera en la red X de su propiedad una desenfadada conversación con la dirigente del partido nazi resucitado en Alemania, que fue seguida por una audiencia potencial de millones de oyentes. El doctor Goebbels, un genio de la comunicación de masas, estos días recordado por una película en cartelera, hubiera admirado lo mucho y bien que avanza el mundo en la dirección correcta porque los medios analógicos (radio, cine y grandes mítines) que utilizó en su desempeño como ministro de propaganda de Hitler se parecen a la red X  -un título siniestro, peliculero- lo que un tam tam a un dispositivo móvil.

Hasta ayer mismo, la conversación política en las democracias europeas se basaba en ignorar pudorosamente el pasado fascista del continente. Los debates estaban regidos por la ley de Godwin, que censuraba cualquier deriva conversacional hacia aquel pasado ominoso y que se formula así: a medida que una discusión en línea se alarga, la probabilidad de que surja una comparación con los nazis o con Hitler se aproxima a 1. Pues bien, esta ley ha quedado derogada por los hechos. La pesadilla se nos ha venido encima de manos de los nazis que queríamos enterrar en la sentina de la memoria. Frau Alice Weidel, jefa del partido nazi alemán, lo manifestó con una afirmación disruptiva en su distraída conversación planetaria con el doctor Mabuse: Hitler era comunista.

Los medios de comunicación serios, es decir, los que operan con patrones cognitivos anteriores a las redes sociales llevaron la afirmación de frau Weidel a la cabecera de sus ediciones con grandes titulares inspirados por una mezcla de escándalo y estupor, como quien titula, el gordo de navidad ha caído completo en Alpedrete. ¿Dónde está Alpedrete para que le caiga el gordo y quién es frau Weidel para decir esa burrada? La primera noticia desafía nuestro conocimiento de la geografía y la segunda, nuestro conocimiento de la historia, y ambas nos avisan de que el mundo ha cambiado.

Pero la cuestión no es la literalidad de la noticia, sino el medio a través del que esta se difunde. Si el redactor de un medio convencional se presenta al redactor-jefe con una entrevista en la que el entrevistado ha dicho que Hitler era comunista, la previsible respuesta del responsable de la edición es que tal frase no se publica, o se adoba de algún comentario crítico a fin de devaluarla o simplemente es toda la entrevista la que va a la papelera. La propiedad de los medios es la que determina la discusión pública, sus márgenes y contenidos y es en este marco en el que se ejerce la libertad de expresión y su contraria, la censura. El medio es el mensaje, el principio establecido por el profesor Marshall McLuhan, no ha perdido vigencia. El mensaje no es lo que el mensaje dice, es la naturaleza física del medio en que se difunde, los intereses empresariales de sus propietarios y anunciantes, y la orientación cultural y política de sus audiencias. Lo que ahora ocurre es una mutación sin precedentes, no de este principio sino de las circunstancias en que se aplica.

La globalización neoliberal y sus desarrollos tecnológicos y financieros han destruido el estado-nación, sus competencias y funcionalidades, entre las que estaba la regulación del debate público y la noción misma de lo que es verdad y lo que es mentira. En un gesto de impotencia, los prebostes de la unioneuropea intentan discernir entre la libertad de expresión y la libertad de servicios digitales que regula la actividad de estas compañías globales a propósito de la entrevista del doctor Mabuse con la jefa nazi. Es un intento fallido de distinguir entre continente y contenido, entre medio y mensaje.

El doctor Mabuse es un personaje de ficción cinematográfica ideado por el cineasta alemán Fritz Lang ahora hace un siglo, antes del ascenso de Hitler al poder, y desarrollado en otras pelis del mismo director realizadas después de la guerra mundial en contextos democráticos. Mabuse es un forajido con una ambición de poder sin medida, que domina y manipula a las personas, sus creencias y actos mediante el uso de artilugios tecnológicos, y que escapa a la percepción del común por su capacidad para adoptar innumerables apariencias. Diríase que era un personaje obsoleto hasta que ha aparecido Elon Musk, y tiene un lugarteniente letal y sibilino como una serpiente de cascabel al que llama algoritmo.