Es una localidad industrial situada en el corredor atlántico de esta remota provincia subpirenaica. Antiguo nudo ferroviario, fue durante el primer tercio del siglo veinte una plaza socialista rodeada por un entorno campesino de pequeñas poblaciones carlistas y vascoparlantes, donde los militares sublevados de julio de 1936 y sus aliados locales desataron una represión memorable. El socialismo desapareció del paisaje y el integrismo carlista se transformó, por mor de la industrialización de los años sesenta y setenta, en una suerte de carlismo-leninismo etiquetado como izquierda abertzale, que ha actuado durante cuarenta años bajo el mandato de la banda terrorista eta, y que ha conservado en la zona una presencia notable y en ocasiones mayoritaria. En 1979, fue asesinado el ex alcalde de otra localidad cercana por los disparos de un comando en el que participaba un sobrino suyo, militante de la banda, que, después de cumplir condena, fue recibido en el pueblo como un héroe por las fuerzas gobernaban la localidad. Estos hechos, que dan idea de la fractura de la sociedad de la zona, han vuelto torrencialmente a la memoria con la noticia de la agresión a dos guardias civiles fuera de servicio y a sus parejas mientras, al parecer, tomaban alguna consumición en un bar de la localidad. Hace ya bastantes años, más de veinticinco sin duda, varios vehículos, entre lo que estaba el que conducía quien esto escribe, atravesábamos el casco urbano de la localidad cuando fuimos apedreados por un grupo de jóvenes al grito de, cabrones, iros de aquí. Quizás aquellos jóvenes eran los hermanos mayores de los que han perpetrado la agresión de ayer. No importa que los agresores no fueran tantos como se dice en la nota oficial porque aunque hubieran sido la quinta parte ya serían muchos; ni que el gobierno de Madrid haya utilizado el suceso para hacer un despliegue mediático de fuerza policial en la localidad destinado a tranquilizar a su clientela política, ni que el presidente del gobierno, que tanto desearía la impunidad de la corrupción que enfanga a su partido, haya afirmado que la agresión no quedará impune. Lo que cuenta es el cerrilismo y la mentira que caracteriza la actuación de esta juventud alegre y combativa, como rezaba un autocomplaciente eslogan de la izquierda abertzale. Los agresores pertenecen o actúan bajo la cobertura de una agrupación o tribu que se llama a sí misma Ospa Mugimendua, en traducción libre, movimiento para la expulsión (ospa se traduce por largo, fuera) de las fuerzas policiales del estado, un residuo orgánico de una de las exigencias prístinas de eta, y, a partir de este dato, es imposible creer las alegaciones de los inspiradores de la agresión, la cuales recuerdan la infatigable murga discursiva de esta gente durante cuatro décadas. Vale decir, la persistencia del cáncer por más que, por ahora, parezca residual y no haya riesgo de metástasis. El episodio nos advierte que, cuando el mundillo abertzale afirma que ha depuesto las armas para emprender un camino político, no ha renunciado, sin embargo, a sus antidemocráticos objetivos ni a la mezcla de aldeanismo y brutalidad que fue su imagen de marca.
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