La mañana estaba envuelta en la niebla y el paseante ha salido a la calle con ánimo de tomar algunas fotografías del furtivo paisaje urbano, agazapado en su propia sombra. La intensidad de la luz determina no solo la claridad de la percepción sino seguramente también el nombre de las cosas. Si la niebla se afincase para siempre, cambiarían no solo nuestros hábitos, también el lenguaje. De la niebla sale otro paseante acompañado de su perro, un antiguo colega aficionado a la plática, que espeta de entrada: ¿qué te parece lo de vox? Es una pregunta ritual en estos tiempos, sin respuesta concreta por ahora, excepto que se trata de una aciaga señal. Joder, se lamenta, conozco a algunos de toda la vida que me dicen que va a votarles; van lanzados, como si les hubieran estado esperando desde siempre. El colega del perro parece aquejado de un ánimo pesimista, un síntoma fácilmente detectable entre la gente de nuestra edad. La charla de circunstancias se deshace pronto y cada paseante retoma su camino.
La gente está drogada, dormida, hay que despertarla. El encuentro en la niebla trae al recuerdo esta proclama del proliferante y afamado filósofo Slavoj Zizek, leída días atrás en el titular de una entrevista periodística. ¿Cómo distingue Zizek entre estar dormido o despierto? Si es por la movilidad, hay sonámbulos, y no son pocos; si es por el funcionamiento del cerebro, cualquiera puede experimentar que la mayor parte de los pensamientos que nos ocupan son fantasías y sueños. ¿Están los voxianos dormidos o despiertos? En cuanto a la diferencia entre drogado y sobrio es aún más intangible: simplemente, nadie puede vivir sin drogas, legales o ilegales, duras o blandas. Pero lo más inquietante es el mandato de despertar a los dormidos, lo que básicamente consiste en sacarlos de quicio. Este Zizek es un pensador de nuestro tiempo, vale decir, estrepitoso, solipsista y a veces entretenido. Dice que es comunista, pero a lo mejor es voxiano. La baba que segregan los caracoles en su marcha hacia alguna parte debe tener alguna función en la pervivencia de esta especie y en la salud del ecosistema en el que vive, pero no por eso deja de ser baba. Y creo que eso es todo lo que este escribidor puede decir en vísperas de las afanosas fiestas que se avecinan, durante las cuales esta bitácora discurrirá con intermitencias, ni dormida ni despierta, sino en estado de duermevela.
Los mejores deseos y todo mi agradecimiento para los amigos y amigas que frecuentan este sitio.