Un juez, no el famoso de estos días sino otro, ha decidido empapelar a don Puigdemont por alta traición por un contubernio con ¡Rusia!, ¿quién iba a imaginarlo?

Vivimos un tiempo bajo la égida de Nietzsche, de trasmutación de todos los valores. Bien es cierto que la sociedad no puede comportarse con la contundencia que expresaba el filósofo alemán, pero lo intentamos.

En el teatrillo catalán han inventado un papel y un personaje para la escenificación de las negociaciones, que con suerte dará empleo a uno de estos desocupados: el verificador.

La dilatada y misteriosa negociación del partido socialista y los independentistas catalanes de junts ha terminado en una repetición del abrazo de Vergara.

Don Puigdemont no quiere solo rescatar al independentismo con él al frente sino restaurar la Cataluña de antaño, en la que él se crió y fue feliz. La Cataluña del 3%.