Don Felipe y don Sánchez están en el comienzo de una hermosa amistad, que diría el guión de Casablanca y que tiene precedente en los inmediatos ancestros de ambos. El pesoe se prepara para atravesar un proceloso periodo histórico habitado, entre otras tentaciones fatales, por los cantos de las sirenas republicanas.
La chiflada y el césar
La pantomima encubría la rendición de Madrid en una versión hortera de la ‘Rendición de Breda’. Las picas en alto, los modales muy finos, pero rendición al fin. Doña Ayuso reconoce que no puede con la misión que tiene encomendada y entrega a don Sánchez las llaves del marrón que le ha caído encima.
Payasa en apuros
Había señales en el cielo que avisaban a doña Ayuso que nunca podría ocupar el lugar que en la historia ocupa su predecesora. Es más joven, más cortica, más tosca y más alocada que doña Aguirre y le tocaba administrar su maltrecha herencia cuando ya no hay pasta en las arcas públicas para repartir entre los amigos.
Toreo de salón
Don Sánchez trataba, con éxito en mi opinión, de que las aventuras del rey trashumante no opacaran los méritos acumulados por la acción de su gobierno –y de él mismo, ojo- en estos meses de pesadilla.
Reconstrucción
Al contrario que una guerra, la pandemia no destruye la base material de la sociedad ni altera las relaciones de poder. No hay vencedores y vencidos; solo víctimas, unos pocos, y supervivientes, los más. Cuando los confinados abren las ventanas de la cuarentena, el exterior sigue igual que antes del encierro. Las palabras que aspiran a definir un momento político no son literales. Así que ‘reconstrucción’ significa ahora cómo va a salir el gobierno de esta.