Don Rajoy sigue en su circuito de bolos con el afamado número de la corrupción: hoy es en el pleno del congreso, ayer en un tribunal, otro día en una comisión parlamentaria o en un mitin o en una rueda de prensa a la otra punta del mundo. Es como ese cuñado al que le piden que cuente el mismo chiste en todas las reuniones y festejos familiares. Después, su apretada peña de espectadores –políticos de la oposición, periodistas, jueces y público curioso- se dedican entre bostezos y pataletas a glosar los matices de la consabida perorata presidencial. Don Rajoy y sus explicaciones sobre la corrupción de su partido, como Charlie Rivel y su aullido, están definitivamente acuñados como términos de un sintagma indestructible. El personaje y su marca. Don Rajoy conocía y disfrutaba de las corruptelas instituidas en su organización y gestionadas oficialmente por los tesoreros a los que él mismo nombraba, y extraoficialmente practicadas también por todos los que pasaban por ahí y podían echar mano a la caja. Luego, cuando la mangancia se hizo pública, fue cuando el clown se vio obligado a poner en marcha su número, una murga plagada de elusiones y trolas. El humor de los payasos se basa en lo que normalmente se llama ingenuidad pero que es propiamente una suerte de extrañeza hacia lo real. El clown construye en la pista un universo propio a costa de abolir la ley de la gravedad. El desafío radica en que el público entre en el juego y don Rajoy lo ha conseguido con éxito notable, a juzgar por los resultados electorales de los que no cesa de alardear en cada actuación. En este mundo de ilusión circense, don Rajoy se siente cada vez más cómodo. Tuvo que vencer, no el pánico escénico del que carece, sino la reticencia natural de un aristócrata de la política llevado a responder a las requisitorias de quienes considera inferiores en edad, dignidad y gobierno, y para los que no ahorra sarcasmos y desprecios en sus respuestas. Pero, una vez que ha experimentado que las bofetadas las reciben quienes le convocan a la pista, puede decirse que le ha encontrado gusto al juego. El famoso número de don Rajoy y la corrupción da por ende al artista la oportunidad de escaquearse de otros asuntos más importantes, como dicen sus palmeros. Y así estamos, entretenidos en un burlesque como criaturas mal educadas mientras la economía no cesa de crecer, el empleo sube como un globo y nos amenazan los yihadistas y los catalanes.
Entradas recientes
Comentarios recientes
- Rodergas en Soluciones innovadoras
- ManuelBear en El país de las agendas y de los escaqueos
- Rodergas en El país de las agendas y de los escaqueos
- Rodergas en La cabeza parlante
- Casandro en Tiempos y tipos interesantes
Archivos
Etiquetas
Alberto Nuñez Feijóo
Albert Rivera
Boris Johnson
Brexit
Carles Puigdemont
Cataluña
Cayetana Álvarez de Toledo
Ciudadanos
conflicto palestino-israelí
coronavirus
corrupción
Cristina Cifuentes
Donald Trump
elecciones en Madrid
elecciones generales 2019
elecciones generales 2023
elección del consejo del poder judicial
Exhumación de los restos de Franco
Felipe González
Felipe VI de Borbón
feminismo
Gobierno de Pedro Sánchez
guerra en Gaza
independencia de Cataluña
Inés Arrimadas
Irene Montero
Isabel Díaz Ayuso
Joe Biden
José María Aznar
juan Carlos I de Borbón
Mariano Rajoy
Pablo Casado
Pablo Iglesias
Partido Popular
Pedro Sánchez
poder judicial
Quim Torra
referéndum independentista en Cataluña
Santiago Abascal
Ucrania
Unidas Podemos
Unión Europea
Vladimir Putin
Vox
Yolanda Díaz