El titular de prensa anuncia una noticia estrambótica, veraniega: una vecina de un ignoto pueblo levantino está amenazada por el gobierno regional con una multa desorbitante si no deja de inmediato sus actividades como guía turística local. La vecina no tiene más recursos que el buen conocimiento de su pueblo, el deseo legítimo de ganarse unos euros y un dispositivo móvil con una aplicación que proporciona visitantes a la localidad y a ella clientes. De este modo, Vilafamés, que así se llama la localidad donde oficia de guía la vecina, ha ingresado en la república digital. Desafortunadamente, vivimos en una monarquía y para ejercer de guía turístico es necesario tener licencia, de la que carece la emprendedora.
Unos kilómetros más al norte de Vilafamés, en la misma costa levantina, se ha registrado otro avistamiento de la república digital. Entre las innumerables chorradas que viene destilando el independentismo catalán, absorto en su laberinto, una de las últimas la ha proferido cierto miembro del gobierno regional, que ha apostado por crear una república digital antes que desarrollarla en forma física. Es una ocurrencia típica de quien se ha criado con la play station: primero creamos el videojuego y luego nos atenemos a sus reglas y nos comportamos como los dibujitos que lo habitan. Para subrayar su ocurrencia con un argumento definitivo al que los indepes son muy sensibles, el tipo ha recordado que España todavía funciona en formato analógico. Dios, qué listos vienen los de la nueva generación. El desenvuelto conseller, absorto en sus descubrimientos, no ha percibido la batalla campal que ha tenido lugar este verano en las calles de Barcelona entre republicanos digitales y monárquicos analógicos. Los primeros, usuarios de cabify, uber, airbnb y demás plataformas republicanas de servicios, y los segundos, taxistas corporativos y vecinos reaccionarios. El conseller y los suyos, entretanto, continúan absortos en el diseño del videojuego que por ahora les ha salido más parecido a un pronunciamiento carlista que a una epopeya galáctica.
Otra batalla, ésta en forma física, que diría el avispado conseller, ha tenido lugar también en Barcelona donde se han enfrentado tenderos y manteros. ¿Quiénes son en este caso los republicanos y quiénes los monárquicos? Los tenderos están ahí asentados desde digamos la Edad Media y los manteros acaban de llegar en el oleaje que empuja la globalización. Con toda seguridad son más digitales y más republicanos los segundos que los primeros pero… Un asistente –uno de esos chicos a los que la informática le es más familiar que la teología a un cura- entra en tromba en el gabinete donde el conseller diseña su república digital y exclama, ¡nos hemos olvidado de meter a los negros en el algoritmo! El conseller febril queda paralizado mientras intenta poner en orden sus ideas. En esta guerra, a él le votan los monárquicos.