De repente, esta remota provincia subpirenaica en la que nada relevante ha ocurrido en años y de la que nadie habla fuera de los siete días rituales de julio ha destilado hoy dos noticias inquietantes en la perspectiva del tiempo que vivimos. La primera es el descubrimiento de una cuenta secreta de tuiter activada por el comisario jefe de la policía de la provincia en la que este funcionario se despacha como un hooligan enfurecido contra diputados y cargos electos del país. Por menos que eso, se ha interesado la fiscalía cuando el autor de las invectivas es un rapero. Son expresiones de odio marcadas ideológicamente, injuriosas y delirantes, incomprensibles no ya en un funcionario del estado sino en cualquier vecino del que pueda decirse que es mentalmente estable. Es como si el autor necesitara expresar cuánto le oprime el uniforme constitucional que viste, y del que cuelgan las medallas pensionadas; o algo peor, que esté haciendo méritos para un futuro régimen en el que las personas que señala hayan sido retiradas de la circulación, léase como se quiera. Podría añadirse que a la furia añade una incompetencia profesional suicida si creyó que una cuenta de tuiter es un registro que puede permanecer secreto, pero tal vez el comisario pertenece a la clase de exaltados predigitales (vale decir, prehistóricos) que aspira a reclutar el partido al que se siente próximo.
La segunda noticia es el anuncio de un mítin de los ciudadanos de don Rivera en Alsasua, al que ha prometido sumarse el líder voxiano, don Abascal, por lo que esta localidad va a convertirse en el lugar de la primera confluencia de las derechas españolas. Tierra de brujas antaño, será escenario hogaño de la apenas misteriosa mutación del sonriente liberal español en un basilisco. La localidad no está elegida al azar, claro. Alsasua se ha convertido en el nuevo peñasco de Perejil de la derecha y el acto no se hace para captar simpatizantes o informar de programas en un entorno donde los convocantes tienen poco que pescar sino para lanzar un mensaje de reconquista. La agresión que hace dos años sufrieron unos guardias civiles en esta localidad es un hecho juzgado y sentenciado, y no con indulgencia, pero el episodio es demasiado goloso para no explotarlo una y otra vez como epítome de la necesidad de un estado más fuerte, más centralizado, más implacable y resolutivo, más franquista a la postre, y mejor adaptado a las hechuras del renacido don Rivera. Sin duda, al mitin acudirá el policía del párrafo anterior, que ya ha dimitido y puede expresarse en abierto. Habría que desear que la muchachada del lugar no ayude a magnificar el acto con alguna intervención más o menos espontánea, pero conociendo al paisanaje quizá sea pedir demasiado.
Noticias que son como fantasmadas de halloween si no fuera por el escalofrío real que producen.