¿Dónde estallará la tercera guerra mundial? Las dos anteriores tuvieron su inicio en Europa; la primera, en el ignoto Sarajevo; la segunda, más previsible, se incubó en sucesivos escalones, cada uno de los cuales se vendió a la opinión pública como la paz definitiva: Austria, Checoslovaquia y, por último, ya sin remedio, Polonia. El Lebensraum alemán. En aquella segunda ocasión, la guerra mundial pudo empezar en España, pero entonces el país era una meseta árida y empobrecida, muy lejos de los apetitos imperialistas de los futuros contendientes. En España se jugaba la decencia de la comunidad internacional y por ese motivo nadie va a una guerra. Las dos guerras anteriores fueron imperialistas, y esta tercera, que se está cociendo en alguna parte, también lo será. Pero, ¿dónde?
Europa se ha quedado pequeña y, de manera notoria, insignificante para este fin. Las potencias imperiales europeas de antaño han dejado de serlo, como experimentan dolorosamente ahora mismo los británicos. Así que el detonante de una posible guerra global se ha desplazado a otros continentes. Hubo un conato en Cuba durante la crisis de los misiles, hace más de medio siglo, y Venezuela se ha convertido ahora un candidato perfecto. El pretexto es lo de menos. Tiene petróleo y riquezas minerales, está en un lugar estratégico y la gobierna un régimen político cimarrón y antipático, particularmente atractivo para la propaganda en los dos sentidos. Desde hace años está en el punto de mira de los poderes mundiales y tanto sirve para un roto como para un descosido. En la destartalada democracia española, Venezuela se viene utilizando como baremo de calidad democrática de los partidos domésticos, y bolivariano como epíteto ha sustituido con éxito al tradicional hideputa. Pero, una vez más, España pinta poco en esta guerra, a pesar de la euforia aznárida y de los gemelos Casado y Rivera.
El mundo no es como lo predijo el doctor Fukuyama. La democracia liberal no es un paradigma universalmente aceptado y hay regímenes iliberales (como se dice ahora) que gobiernan grandes porciones de la población del planeta y de los que puede decirse grosso modo que funcionan muy bien, como China, o bastante bien, como Irán o Rusia, para mencionar solo a tres aliados de Maduro. En este lado de la barricada, las democracias liberales no consiguen armonizar la libertad y la igualdad, por lo que el sistema está siendo corroído por corrientes políticas a las que llamamos temblorosamente populismos y que muy bien podrían ser un nuevo avatar del fascismo. Ejemplo lindante con Venezuela: Brasil, cuyo nuevo presidente no inquieta al establecimiento liberal y ha sido estrella invitada en el concilio de Davos. Populismo es el de Maduro, sin duda, pero también el que apoya en Andalucía a los megaliberales aznáridas. En esas estamos cuando las potencias occidentales (euá y ué) han decidido dar un empujón al tablero venezolano mediante una operación híbrida de golpe de estado y solución constitucionalista, según quién lo diga. Las palabras funcionan como en el mundo de Alicia y significan lo que el jefe quiere que signifiquen. Los más templados de por aquí postulan la convocatoria de elecciones para salir del embrollo, lo cual es razonable. Pero, ¿qué ocurriría si Maduro vuelve a ganarlas?, ¿aplicaríamos a Venezuela el artículo 155? Los venezolanos deberían llegar a un acuerdo, por su bien y el de todos, pero no estamos en tiempos de pactos y encuentros. Véase Nicaragua, de la que nadie habla.