La palabra baraca procede del árabe y en esa lengua significa protección divina, pero vertida al cristiano significa simplemente suerte o fortuna. Me atrevo a suponer que designa una fortuna duradera en el tiempo y adaptada a las circunstancias cambiantes, no un simple golpe de suerte, aunque por algo se empieza. Don Sánchez es la clase de tipo que parece convencido de tener baraca y, llegados a este punto de convencimiento, es imposible no pensar en cierta protección divina, cualquiera que sea el dios al que se invoque. El secretario general del pesoe es el Edmundo Dantès de la política española: traicionado por sus correligionarios, defenestrado, ignorado y vilipendiado, escapó del olvido al que le habían arrojado y ahora es el conde de Montecristo que practica una sutil, gélida y deleitosa venganza sobre quienes quisieron acaba con él, y, como el personaje de la novela, lo ha hecho según las reglas del juego socialmente aceptadas, sin efusión de sangre y quedándose con el patrimonio de sus enemigos.
Y con el mismo automatismo, el partido ha cerrado filas a su alrededor, sin un murmullo por la purga habida. A doña Susana le ha fallado su temperamento sanguíneo y con su tomo nota ha cavado un poco más la tumba que se abre a sus pies. No es un rol muy lucido ni de mucho futuro el de disidente en el pesoe. El componente leninista del partido ha funcionado hoy como un mecanismo de precisión, sin duda estimulado por el viento de popa que traen los sondeos. Ante la victoria prometida, silencio y calma; los designados para las listas se aguantan la euforia prematura para no desafiar al destino; los que han sido desalojados del banquete, para no parecer resentidos y aguafiestas. El discurso final de don Sánchez victorioso ha sido un prodigio de contención y sobriedad, como si no hubiera pasado nada. El líder aspira a que su liderazgo sea percibido como decantado por las leyes de la naturaleza, una consecuencia de la fuerza de los hechos, no de ajustes de cuentas ni maniobras torticeras. Pedro Sánchez quiere ser Felipe González, quien para una generación de españoles fungió como fundador y columna vertebral del partido, olvidando que para alcanzar este puesto tuvo que eliminar a la vieja guardia socialista del exilio en el remoto congreso de Suresnes. Lo ocurrido este domingo puede ser el suresnes de don Sánchez, si gana las elecciones dentro de un mes.