El gurú de las campañas electorales de Trump está poseído de un ánimo eufórico y se ha desplazado a Europa para empujar al derribo de los consensos que han constituido el tejido político del continente desde la segunda guerra mundial. El gurú ha acumulado un dineral en su etapa anterior de hombre de negocios y se quiere pagar el capricho de poner patas arriba el sistema que le ha hecho rico, y que sin duda le hará más rico si consigue sus objetivos. Y es posible de que los consiga. Tiene a su favor la situación internacional y la parálisis doméstica de los países europeos. La unioneuropea es hoy una abuela en silla de ruedas. El gurú ha montado oficinas en Bruselas y en Roma y pasa las horas recibiendo a tipos en busca de la fórmula mágica para poner a un idiota, lo bastante indocumentado y malicioso, al frente de los gobiernos de sus respectivos países. Lo de idiota lo dice él mismo, que califica a su patrocinado Trump como un personaje de reality show y dice preferir para el liderazgo de un país a cualquiera de los cien primeros asistentes a un mitin de Vox que a uno de los cien mejores abogados del planeta. Una de las palas excavadoras del gurú en Europa es, en efecto, Vox, del que pronostica que será el epicentro de un terremoto continental, ¿quién lo hubiera dicho?, aunque en el pepé ya han tomado nota y han adoptado algunas provisiones, empezando por sustituir en la cabeza del partido a un registrador de la propiedad (la cumbre de la sapiencia leguleya en nuestro mundillo, pregúntele a don Marhuenda) por un botarate ignaro, mentiroso y lenguaraz al que le regalaban los títulos universitarios como si fueran peluches de feria y que no sabe ni en qué provincia están las localidades que visita.
Ya hay algunas apps del método disruptivo trumpiano de las que podemos disfrutar de su exitoso resultado. Por ejemplo, el bréxit y el prusés. En ambos casos el juego ha consistido en darle una patada al tablero y lo que ha quedado es un carajal inmanejable y algunos idiotas al mando, como doña May o don Torra. Pero lo asombroso es la parálisis que aqueja a quienes debieran ser adversarios de estos experimentos, como si carecieran de respuesta o de voluntad para aplicarla, pasividad que les hace cómplices del desastre hasta el punto de que no es imposible que queden en minoría en las próximas elecciones europeas. ¿Qué hace eficiente un método de toma del poder tan tosco y brutal? El mismo gurú da la respuesta. Para derrotar al nacional-populismo, explica, sería necesario un plan de seguridad y economía que puedas implementar y cumplir. La clave está ahí. Los estados no están en condiciones de defender a sus sociedades ni de garantizar su subsistencia. La respuesta a los grandes desafíos – ecológico, económico, migratorio, etcétera-, si la hay, está fuera del alcance de los estados. Ni siquiera podemos saber si el mandatario elegido es un espía del enemigo, como si fuera un chiste de Gila. En este escenario, poner a un idiota al mando, al primero que pase por ahí, es una solución pertinente y funcional porque paralizará el estado y desmovilizará a la sociedad, lo que es bueno para los negocios. La revolución trumpiana es el último estadio del adelgazamiento neoliberal del estado que impusieron Thatcher y Reagan, y entre nosotros, don Aznar y su patulea de corruptos. En esas estamos.