Doña Cayetana viaja a la remota provincia subpirenaica para dar testimonio de la catástrofe astral que se producirá entre hoy y mañana. Todos caminamos hacia nuestra propia caricatura pero doña Cayetana avanza en esa dirección a una velocidad de vértigo, como montada en una escoba. Estará aquí,  en medio de la tormenta, con su figura de alambre de espino y su lengua letal, en una tierra irredenta de felones, infieles y sediciosos, en la que según todas las profecías desde hace cinco siglos está la clave de la unidad de España. Es muy fatigoso ser ciudadano de un territorio mítico -o parque temático, si se prefiere-, que tiene reconocido el derecho a la autodeterminación (disposición transitoria cuarta de la constitución española) pero que no puede votar a su gobierno local sin que desde la capital del estado le manden a una cayetana furiosa. La enviada, como su mentor don Aznar, tiene la rara cualidad de reunir mayorías fulminantes en su contra. Si doña Cayetana emite un dicterio (no sabe hacer otra cosa) contra alguien, el aludido advierte de inmediato que va por buen camino, así que la presencia punitiva de la enviada va a hacer más por la cohesión de ese artefacto cuatripartito que se formará hoy o mañana que toda suerte de programas, negociaciones y apuestas que hayan precedido al acuerdo de investidura.

Por lo demás, la mutación astral que va a tener lugar en la remota provincia no es cosa menor. La novedad histórica es que el pesoe local, con la bendición de la dirección federal del partido, ha roto su alianza histórica con la derecha, que venía desde los albores de la transición, para asociarse con fuerzas que rechazaron la constitución y se mantuvieron en contra del estatuto de autonomía, aquí nombrado con el pintoresco arcaísmo de amejoramiento del fuero. La inercia histórica es un peso aplastante y para llegar al actual escenario de alianzas ha tenido que pasar mucha agua bajo los puentes:  1) el fin del terrorismo y el alejamiento en el tiempo de sus acciones criminales, 2) la evidencia de que el estatus anterior convertía irremediablemente al pesoe en un partido secundario y abría espacios a su izquierda, y 3) la transformación interna del electorado vasquista o abertzale que ha volcado parte de su fuerza en una franquicia del peeneuve, partido extraparlamentario en la provincia con esta sigla pero que ya gobernó en la legislatura anterior con la marca geroabai y que ahora es el socio principal del pesoe en el nuevo gobierno provincial, lo que no se puede abstraer de las maniobras de don Sánchez para su investidura.

En esta encabronada provincia, cuya agitada memoria soporta las carlistadas del diecinueve, la barbarie sostenida del golpe militar del treinta y seis y cincuenta años de terrorismo nacionalista, empieza a crearse un clima de aceptación de la democracia, no por la vía normativa sino por la evidencia de los hechos. De alguna manera, los hados han querido que todos los agentes políticos presentes renunciaran a echarse al monte y acepten por fin  la superioridad de la ley, del diálogo y del acuerdo. Estamos, sin duda, ante una nueva época y doña Cayetana, sin abdicar de sus obligaciones partidarias, haría bien en entenderlo si no quiere quedarse en atracción de feria. A su turno, la derecha local, que es la minoría mayoritaria en la provincia, debería intentar tomar el pulso a la sociedad de otro modo porque en muchas materias, singularmente en la economía, la distancia que les separa del nuevo gobierno es insignificante. Give peace a chance.