Los viejos experimentamos un estado mental contradictorio y muy fastidioso. Somos incapaces de poner en orden y dar sentido a los recuerdos, que parecen naipes de una baraja manejada por un tahúr, y al mismo tiempo apreciamos las noticias de la llamada actualidad como algo ya vivido y conocido. La memoria es una caja hueca y la experiencia, un pozo colmatado. Un pasado arbitrario y azaroso y un presente repetitivo y tedioso es quizá el síndrome de la inmortalidad…

Viene este galimatías a cuento de una cojudez que trae la prensa según la cual el presidente del parlamento regional castellanoleonés, un tal don Fuentes, ha decidido ocupar como inquilino el apartamento residencial que, por alguna razón no explicada, forma parte del edificio sede de la institución que preside. La decisión ha provocado el previsible alboroto porque el inquilino goza además entre sus gajes de un suplemento monetario de casi dos mil euros para gastos de residencia. Pero es fácil  imaginar el cálculo del recién llegado, que se ahorra el alquiler que hasta ahora pagaba en una vivienda privada, obtiene una pastita adicional para dedicar a otros menesteres y puede bajar en pijama al despacho. No hay acción más expresiva de la ocupación de un espacio que plantar en él la cama, el orinal y el fuego del hogar, y si se es presidente de un parlamento, se es a todos los efectos.

El apartamento de don Fuentes ha traído a la memoria otro apartamento, este en la remota provincia subpirenaica, que también formaba parte de la arquitectura del palacio presidencial al que hace cuarenta años trasladó su residencia el primer presidente democrático de la provincia, este socialista, también en medio de un barullo de protestas. El inquilino presidencial instituyó en el apartamento una bodeguiya para amiguetes, a semejanza de la que había montado su jefe don González en la Moncloa, que en la provincia operaba más bien como un after y fue fuente de toda clase de chismorreos. Cuando la derecha desalojó al inquilino de la poltrona presidencial, clausuró el apartamento con la contundencia de quien sella una cripta embrujada y hasta ahora. A dormir y lo otro, cada uno a su casa. El presidente aquel acabó empapelado por corrupción, dio con sus huesos en la cárcel y el partido socialista de la provincia no levantó cabeza durante más de tres décadas hasta que hace unos días doña Chivite se aupó a la presidencia de la región. Los apartamentos los carga el diablo.

El castellanoleonés don Fuentes quizá debiera haber tenido en cuenta  la murga de su jefe de filas, don Rivera, sobre el botín y la banda, antes de mudarse de domicilio. Algunas voces discrepantes han señalado sin ocultar su escándalo que el inquilino presidente pertenece a los ciudadanos naranjos, que venían a regenerar la política, como si la gente de este partido no necesitara también vivienda de protección oficial. Si, como anuncia doña Cayetana, pepé y ciudadanos están llamados a ser una coalición, más vale que los recién llegados al negocio aprendan, y pronto, el know how de la empresa. Así que, amigo Fuentes, bienvenido a la parte que te toca del botín conseguido por nuestra banda, qué carajo.

¿Se entienden ahora mejor las disquisiciones sobre la memoria desolada y la experiencia ahíta que se intentaban explicar en el primer párrafo?