El pasado como salvavidas. La derecha exhibe dos tipos de nostalgia en este momento de incertidumbre, que se distinguen por el pasado que evocan. Nostalgia es la que ha provocado hace un par de días la explosión de regüeldos y ventosidades de la derecha trifásica: que si arderán las iglesias como en el treinta y seis, que la película de Amenábar sobre Unamuno y Millán Astray no cuenta más que mentiras, que las muchachas asesinadas por los franquistas se dedicaban a la violación y la tortura, y por ahí seguido. Es esta una nostalgia asilvestrada, flatulenta, irritante, erupciones sintomáticas del volcán dormido del fascismo español.
La otra forma de nostalgia se remonta a un pasado más reciente, mira al paraíso perdido en la crisis de hace una década, y es aseada, parsimoniosa y autosatisfecha hasta la náusea. Los adictos a esta nostalgia celebraron una misa patrocinada por consorcios e instituciones del dinero y concelebrada por don González y don Rajoy. Fue, ya se entiende, una especie de combate de sumo japonés trucado y con traje y corbata. En la guerra de nuestros antepasados, ambos contertulios militaron en el mismo bando aunque en regimientos distintos y competidores, y ambos hicieron lo que había que hacer para mantener enhiesta la tasa de beneficio del capital y la unidad de mercado bajo la oligarquía de siempre. Reconversión industrial, el primero; reforma laboral, el segundo. Este tratamiento continuado al que hemos llamado bipartidismo, como en la Restauración, no ha traído ni tranquilidad al capital ni bienestar al mundo del trabajo. Oscuramente y sin decirlo, don González y don Rajoy conmemoraban una derrota histórica.
El minué de dinosaurios celebrado en el forolatoja dibujaba en el aire el siguiente estadio político de la nación: el monopartidismo, la grosse koalition, o, dicho en castizo, el pacto pesoe-pepé, que no es improbable. La fórmula significa el final de la alternancia, la instauración oficial del pensamiento único y la formación de una oligarquía compacta y débil a la vez, pues no podría dominar las corrientes de fondo que sacuden el mundo. La fórmula está fracasada en toda Europa, y singularmente en Alemania, el país donde ha sido llevada a la práctica con mayor rigor y duración, pero no se puede esperar que los dinosaurios tengan ideas innovadoras. Don González y don Rajoy lo saben y sortearon el compromiso por el que les habían pagado el caché correspondiente haciéndose zalemas e intercambiando cortesías con ese don privilegiado que dios les ha dado para convertir el lenguaje en una pulpa insignificante.