Hay un par de rasgos del carácter de don Sánchez que empiezan a resultar obvios, además de su ambición de poder que se da por supuesta en todos los líderes que llegan a donde él ha llegado. Uno es que le gusta saberse rodeado de chicas, en las que confía, por las que se siente protegido y a las que sin duda seduce. El otro rasgo es un pánico indisimulable hacia don Iglesias, su ahora aliado y hasta hace poco némesis (la diosa que impedía que los hombres fueran demasiado afortunados). El neopresidente del gobierno carece de habilidades retóricas y sus discursos son literales, y así deben entenderse, y cuando afirmó que la presencia de unidaspodemos en el gobierno no le permitiría dormir es porque en efecto ha tenido que renunciar a la placidez del sueño para sentarse en el sillón mágico, que otorga poderes insospechados a quien lo ocupa. En el uso de los privilegios que le concede el sillón ha nombrado, zas, una cuarta vicepresidenta, destinada a reforzar el dique que le protege de su luciferino socio de gobierno.
El sorpresivo nombramiento de doña Teresa Ribera es el gesto del niño que necesita que la lámpara de la mesilla de noche esté encendida para mantener a raya a los monstruos que pueblan sus sueños. Y hablando de sueños, no resulta difícil imaginar a un feliz don Sánchez en una piscina de hojas del boletín oficial del estado, rodeado de rutilantes, fieles y eficientes compañeras subalternas bajo la mirada complacida del abuelo don Ábalos, sentado al borde de la pileta con una toalla anudada a la cintura. La irrupción en este cuadro paradisíaco de un tipo enjuto, encorvado, de melena anacrónica, mirada mefistofélica e inquietante visión profética en el negocio de la política produce un efecto disruptivo que obviamente don Sánchez no consigue superar.
Volviendo a la realidad, la decisión presidencial ha puesto en evidencia de manera inesperadamente temprana y por si hubiera que recordarlo, que uno de los mayores peligros para el éxito de este gobierno, si no el mayor, es la desconfianza y rivalidad de los dos machos alfa de las formaciones coaligadas. Para los partidarios del gobierno, el nombramiento de una nueva vicepresidenta verde ha sido un motivo de estupor, que de momento se han tragado en silencio pero que tendrá consecuencias; para la oposición de la derecha, es un mensaje que quizá no sepan o puedan explotar ahora mismo pero con el que contarán en el futuro. A la manera celtibérica, el primer gobierno de coalición de izquierda en ochenta años nace en el lodo de la desconfianza y la deslealtad. El que le precedió en la historia perdió la guerra civil. Átense los cinturones.