Los socios del gobierno de progreso han tenido la amabilidad de ofrecer en abierto al público fiel un muestrario de sus diferencias a propósito de la gestación de la ley de libertad sexual. Los y las litigantes se han empeñado en que nos llegara con absoluta claridad el intercambio de improperios y opiniones enfrentadas sobre quién estaba más alto en el podio del feminismo. Tal ha sido la ira desatada que, después de asegurar unas y otros que los desacuerdos del gobierno en el gobierno quedan, han continuado las imprecaciones entrambos y entrambas como en una riña de corrala a la que nadie quiere poner fin hasta que corra la sangre.

Dejando de lado el mal rollo que al parecer se traen las ministras doña Calvo y doña Montero y lo tiquismiquis que pueda ser el ministro de justicia, don Campo, con la letra de los proyectos legislativos, harían bien todos y todas en dedicar su esfuerzo a la pedagogía de la ley para ganar la batalla de la opinión pública y explicar con claridad las mejoras que se esperan de ella, así como las limitaciones que tiene, que alguna tendrá. Al proyecto de ley le espera un baqueteo excepcional, en la búsqueda de apoyos parlamentarios, la fase de enmiendas y en las votaciones en las dos cámaras hasta el inevitable recurso que interpondrán las derechas ante el constitucional. Esta es una ley destinada a marcar un hito en el cambio social que se espera que propicie este gobierno, así que era exigible que empezara su carrera con un poco más de elegancia y un poco menos de zafiedad.

No hace falta decir que este espectáculo gubernamental y gratuito ha hecho las delicias de la derecha donde sin embargo se les ha escapado un gallo no por previsible menos estridente. La portavoz por antonomasia, hasta el punto de que puede decirse que solo habla de sí misma, doña Cayetana de Esto y de lo Otro, ha despreciado las manifestaciones del ocho-eme, a las que no sin esfuerzo  va a incorporarse este año su partido, con el irrebatible argumento de que ella es una feminista amazónica. Doña Cayetana es un personaje grotesco, así que da un poco de pereza poner en evidencia las bobadas que profiere pero, ya que es doctorada por Oxbridge, vale la pena comentar que el significado más común del adjetivo empleado para autocalificarse es natural de la Amazonía, pero como seguramente la marquesa de Casa Fuerte no ha querido decir de sí misma que es una indígena yanomami, habremos de interpretar que se ve más bien como una amazona,  término que designa a una guerrera mitológica cuyo pueblo, según Heródoto, habitaba en Escitia, a orillas del mar Caspio, y, más modestamente, a una mujer a caballo. De hecho, el caballo parece aquí el elemento sustantivo de la cuestión. Doña Cayetana es una feminista a caballo, lo que no parece un obstáculo para que participe en la manifa del próximo domingo montada en un brioso corcel al frente de su partido, incluso con yelmo, lanza y escudo amazónicos, como un centurión romano en la procesión de semana santa. Eso daría un toque de distinción al acto que nos haría olvidar el pedestre rifirrafe de doña Calvo y doña Montero.