Crónicas de la peste XVII
El capitalismo es eso. Los españoles deberíamos saberlo porque no hace tanto que el país padeció una catástrofe sanitaria por causa de la venta masiva de aceite envenenado en circuitos informales frecuentados por consumidores de bajo poder adquisitivo. Si todos queremos participar del festín del mercado, alguno tiene que buscar la comida en el cubo de la basura. En el mercado conviven mercancías genuinas y fraudulentas, sublimes y mediocres, apetitosas y deleznables, y el mismo mercado se encarga de establecer su distribución a través del precio, que es por definición discriminatorio. Si hay una robusta industria de falsificaciones de bolsos y relojes de pulsera, ¿por qué no ha de haberla también de mascarillas quirúrgicas y otros adminículos de urgencia sanitaria? Una alternativa -típica del modelo low cost chino- para que la distribución multiplique su alcance a consumidores indigentes, que son la mayoría, es rebajar la calidad del producto. Es el capitalismo global, estúpido. ¿No has oído hablar de la eficiencia de la mano invisible? Pues bien, es invisible y eficiente hasta que te llega el pedido con el mensajero de glovo, abres el paquete y el producto no responde a las especificaciones que has leído en la web. Si es una camiseta o una tabla de surf, te tomas tu tiempo para devolverla al distribuidor y que la repongan por el modelo que has demandado, pero si es un test de detección de la peste, te has muerto en el trámite.
El gobierno las está pasando canutas –se ve en las caras desencajadas de los ministros que comparecen a diario en la tele- para dotarse de material preventivo y hay que ser un cretino malintencionado de buen tamaño para fingir que no entiendes por qué. Si todo el mundo, literalmente, necesita una mascarilla para salvar la vida, esta se ha convertido en un bien de primerísima necesidad, de modo que el sector de la oferta se ha trufado de contrabandistas, especuladores y logreros. En este trance, le han vendido al gobierno una partida inservible de material para la detección rápida del contagio. Lo que revela esta operación fallida es la dependencia del estado al albur de los mercados para atender a las necesidades más perentorias de la población, pero eso no es lo que interesa a la derecha, que lo da por supuesto y conveniente, sino ladrar al gobierno por su incompetencia en la gestión. El mito de la buena gestión de la derecha sigue intacto como argumento en el pepé y en su socio y mentor voxiano cuando la mitad de los antiguos gestores de su cuerda están en la cárcel o en el banquillo. Y ahí está don Casado, que se ve a sí mismo como un mastín en defensa de los intereses de ssspaña y solo es un fastidioso caniche que ladra en la acera después de haber hecho caquitas que no recogerán quienes le llevan de la correa. Por cierto, ¿han comprobado la idoneidad del material sanitario donado por el preboste de inditex o el conseguido por el rey a través de su amigo alibabá?