Crónicas de la peste XXVI

La peste nos empuja hacia adentro de nosotros mismos ante la evidencia de que al exterior no hay nada. Calles vacías y transeúntes furtivos. La mala noticia es que en el interior tampoco hay gran cosa. Recuerdos fallidos y esperanzas frustradas. Los practicantes de las ciencias de la psique se dividieron pronto en dos facciones: psicoanalistas y conductistas. Los primeros supusieron que cada ser humano lleva a la espalda una fascinante mochila de verdades ocultas e impulsos reprimidos; los segundos, a su turno, nos vieron como un organismo que interactúa con otros organismos en el marco de una naturaleza azarosa e indiferente.

El confinamiento impide la interacción y el saco de mierda que llevamos al hombro más vale que permanezca cerrado, pero no puede impedir que una creciente claridad provocada por la cercanía de la muerte y la necesidad de evadirla se adueñe de este espacio neutro en el que estamos ahora. La parla de los medios de comunicación, plagada de noticias, suposiciones, exhortos, recomendaciones y anécdotas sentimentales, pretende sobre todo aturdirnos pero no consigue oscurecer esa luz por ahora sin perfiles ni referentes, que, si hemos de creer las leyendas que nos nutrieron, es señal de una revelación. ¿Cómo seremos y cómo será la sociedad cuando todo esto acabe? No hay respuesta cierta; sin embargo, empezamos a discernir la emersión de dos nuevos arquetipos que habitarán el futuro y a los que llamaremos, provisionalmente, apostólicos y conversos.

Hace un par de días, una unidad militar de emergencias en tareas de desinfección callejera fue recibida en un barrio de esta remota capital de provincias con una cacerolada vecinal de repulsa. El suceso tuvo una dimensión insignificante pero recorrió las redes sociales con el lema alde hemendik (fuera de aquí), una consigna de tenebrosas connotaciones en el pasado reciente, que traducida a las circunstancias actuales puede leerse como, antes abrasados por una epidemia que salvados por el estado. Son los apostólicos, que los hay de muchas especies y familias, sobrevivirán a la peste y estarán con nosotros hasta el fin de los tiempos. Pero en esta tesitura son más interesantes los conversos porque constituyen la especie que mueve la historia cuando los apostólicos la frenan.

El converso no necesita caerse del caballo, como pregona el tópico, le basta la clarividencia para detectar la oscilación de la brújula y la rapidez de reflejos para actuar en consecuencia. En este momento, el converso por excelencia, premier league, es don Ortega Inditex, que ha cesado la fabricación y distribución de camisetas y pantalones cuyo valor de mercado es ahora mismo ninguno para aplicar toda su potencia productiva en el material sanitario de altísimo valor añadido y susceptible de ser cobrado al contado rabioso (o cash, para los titulados con el embiei). Incluso ha modificado el logotipo de la empresa ante la nueva misión como un capitán de la marina de guerra iza la bandera del bauprés en presencia de una potencial amenaza. Es la puesta en acto, antes que nadie, de la observación del politólogo Bertrand Badie:   Si hoy los profetas del neoliberalismo se están convirtiendo en promotores de la economía social es porque conciben, ante la catástrofe actual, que ya no será posible hacer lo mismo que antes y que será necesario volver a los imperativos sociales. No es raro que las industrias y andanzas de don Ortega Inditex se hayan apoderado de la esperanzada admiración de las gentes del mismo modo que hasta hace unas semanas eran dueñas de su piel y esqueleto. Pero, ay, el emprendedor converso también tiene apostólicos en su bando.