Crónicas de la peste XXXV

En el subsuelo de la peste que impregna la vida pública y privada borbotea una guerra política y cultural cuyas verdaderas dimensiones se mostrarán a medida que descienda la emergencia vírica y los de siempre nos encontremos donde siempre. Por ahora, el gobierno, ocupado en lo que importa, hace caso omiso a las provocaciones de la oposición y con la punta de muleta intenta llevarla al terreno de unos pactos por lo demás necesarios a todas luces. Hoy mismo, al menos dos sectores económicos estratégicos –el sanitario y el agrícola- han pedido en el telediario que el gobierno intervenga, respectivamente, los precios de las mascarillas en las farmacias y de los frutos de temporada para combatir a los especuladores, que ya están alojados en el sistema y trabajando a todo gas. Intervenir precios es socialismo, por si no se han dado cuenta, y ahora no es una imposición del gobierno sino una demanda social de los sectores afectados. Ayudas estatales, subvenciones, control de precios, regulación de horarios laborales, subsidios de desempleo, rentas gratuitas, ovaciones a  los trabajadores de la sanidad pública, etcétera, ¿Quién y cómo dará la vuelta a este tinglado cuando la urgencia vírica desaparezca del escenario?, es la pregunta que se hace la oposición.

La ultraderecha voxiana, que por ahora marca el paso a toda la derecha, ya ha definido el campo de batalla: la peste es una exportación china para imponer la agenda comunista. No se rían. La ocurrencia parece idiota pero cuadra al milímetro en el marco ideológico de la mitad del país. Entre el petardeo de mensajes de guasá que nos aburre estos días, un vídeo intenta demostrar, con mucha prosopopeya y despliegue de datos fules sobre un planisferio, este teorema del dominio chino-comunista al que el autor califica de tercera guerra mundial, que ya hemos perdido sin enterarnos. El problema para la derecha está en dotar a la idea de una estructura argumental lo bastante plástica para captar las atribuladas conciencias de la gente y, en un futuro próximo, también su voto. La atribución de las víctimas de la peste a la acción del gobierno ha sido el primer intento, fallido en términos operativos porque todos los países del mundo han adoptado estrategias y cometido errores similares a los que se podría imputar al gobierno español, y la propia derecha no lo ha hecho mejor donde está al mando. Pero los voxianos han capitalizado el efecto del mensaje: su sigla es la única que crece notoriamente en intención de voto.

El tópico dice que la batalla política en España se gana en el centro. Se quiere decir, conquistando la atención y la voluntad de una amplia clase más intermedia que media, más trémula que moderada, instintivamente conservadora, económicamente insegura, culturalmente frágil, políticamente desinformada, que vive en un perpetuo temblor del suelo bajo sus pies y, al menor síntoma, se aferra a una solución autoritaria, que entre nosotros siempre es del mismo signo. La II República fracasó, entre otras causas, porque en medio de una crisis económica global nunca pudo contar con la adhesión del macizo de la raza. Hoy tampoco.