Crónicas de la peste XXXVI

El patoso don Rajoy mantiene en forma su desmadejado cuerpo al margen de la ley de confinamiento. El chirriante míster Trump exhibe su cresta de gallo impostado y corta la aportación de su país a la organización mundial de la salud. El primero ejerce una rutina; el segundo ejecuta una amenaza, y ambos aparecen como dos idiotas peligrosos. Nada tienen en común por origen, cultura y ejecutoria política pero comparten la misma insolencia desafiante frente a los hechos. Es una herencia genética de cuando las monarquías absolutas que la democracia no ha remediado. Los dos viven a cuerpo de rey, literalmente, y los dos son indiferentes al sufrimiento de las sociedades de las que son responsables. Los dos están protegidos por el tabú del poder y ambos saldrán de rositas de estos desmanes.

Don Rajoy, enfundado en el traje galáctico de hombre-previsible-y-como dios-manda, ya hizo gala de su desdén por todo aquello que estaba al margen de sus intereses: la corrupción en su partido, el cambio climático, el rescate de la memoria histórica enterrada en las cunetas y, como experimentamos ahora mismo, la eficiencia de la sanidad pública. En más de un sentido, este funcionario perpetuo (servidor público, decía hoy en la tele un untuoso periodista) fue un atila para el país, al que devaluó a conciencia sin conseguir, por lo demás, mejorar ni un ápice su situación ni sus expectativas. Es como si toda su ejecutoria hubiera estado orientada a ese ridículo trotecillo de mantenimiento de sí mismo en una calle deshabitada por la peste, que ha tenido una coda en la respuesta dada por doña Cayetana al ser preguntada en rueda de prensa por el asunto: cuanto más padezco a este gobierno, más admiro a Mariano Rajoy, ha respondido, no una sino tres veces, la salerosa portavoz del pepé.

Ningún periodista ha tenido reflejos o ganas para repreguntar por lo que se infiere de la respuesta: ¿sugiere, pues, que la desobediencia al confinamiento es una respuesta legítima a los padecimientos que causa el gobierno?, ¿cree que los ciudadanos deben seguir el admirable ejemplo de don Rajoy para que las víctimas así causadas favorezcan un clima de opinión que acelere la caída de Pedro Sánchez?, ¿estaba el ex presidente del gobierno realizando una misión política y no un mero ejercicio físico privado? Alguien debería desenmascarar a esa payasa que confunde la altanería con la inteligencia.

A su turno, míster Trump es un niño mal criado que ejerce de tal. No es ni listo ni fuerte, así que se comporta como un abusón de patio de colegio, que a la falta de empatía propia de un perfil de sociópata añade una radical ignorancia sobre la realidad. Otro payaso en escena, con su peluca dorada y su descomunal corbata fálica, emitiendo ocurrencias como un poseso. Quiere vengarse del virus que le ha puesto en evidencia y deja sin aire a quienes pueden combatirlo. El anuncio de retirar a su país  de la organización mundial de la salud ha provocado una oleada de reacciones internacionales, entre afligidas y cautelosas. Seguro que es lo que esperaba y no resulta improbable que cambie de criterio una vez que ha conseguido que le bailen el agua. El confinamiento ha reducido de manera espantosa las expectativas existenciales de la humanidad, para la mayor parte de la cual el horizonte es solo un camino a la muerte o, en el mejor de los casos, a un seguro empobrecimiento. No imaginamos tortura mayor que irnos de este mundo con la imagen de Rajoy, Cayetana o Trump en la retina.