Todo indica que ese artilugio micro orgánico al que llamamos Covid19 tiene inteligencia suficiente para cumplir la función que le asigna la naturaleza aunque no, seguramente, la imaginación simbólica necesaria para comprender su papel político en el reñidero patrio. Aquí los accidentes naturales son susceptibles de ser reclutados para una u otra causa y eso es lo que le está ocurriendo al coronavirus. La evolución de este personaje histórico se puede resumir en unos pocos pasos: primero, fue una gripe sin importancia; luego, un motivo de alarma y de confinamiento universal; poco después, una estadística de contagios y difuntos y ahora mismo, una excusa para ir a la playa con mascarilla, y quién sabe si un delito que llevará al apacible don Fernando Simón y al gobierno entero al trullo cuando todos volvamos a ser felices de nuevo.

Mientras se desarrollaba este ciclo vital del virus, los humanos estábamos entregados a dos luchas muy diferentes que mantenían una relación simbiótica. Una, contra el virus mismo y sus efectos; la otra, en busca del modo de hacer de él un agente político, y a medida que la primera lucha alcanzaba sus objetivos, la segunda avanzaba en la definición de su perfil hasta el punto de que, después del último agónico guirigay en el parlamento a cuenta de la prolongación del estado de alarma y del subsiguiente estrambote de la desescalada, podemos decir que el partido vírico ha sido creado y está en funcionamiento. Olvídense de morir por la pandemia, lo que cuenta ahora es si don Sánchez llegará o no políticamente vivo al otoño.

Como es habitual, la batalla tiene lugar en todos los frentes y, estabilizado el frente de trincheras del parlamento, la conflagración se ha desplazado a los tribunales. Los jueces son una herramienta política de primera clase en nuestro sistema, que quienes pueden utilizan con el desenfado que le da su conocimiento del terreno y la familiaridad con sus agentes. Los primeros en advertir las oportunidades tácticas de este nuevo frente del banquillo fueron los voxianos que han llevado a don Sánchez al supremo y al constitucional para tenerlo bajo vigilancia judicial. Al supremo, por no cumplir con sus obligaciones frente a la pandemia; al constitucional, por cumplirlas en exceso. Es un juego win win y en alguna acertarán.

Y como en toda guerra hay francotiradores, un quídam presenta una denuncia al gobierno por prevaricación y la jueza de turno, conservadora, rigurosa y seria, según sus admiradores, admite la demanda y ordena a la guardia civil que investigue la presuntamente delictiva actuación del gobierno al autorizar la manifestación feminista del ocho-eme. La conexión gobierno-feminismo-pandemia es una vieja murga de la derecha que por fin ha encontrado soporte en el juzgado. Imaginen y saliven de gusto si una jueza, conservadora, rigurosa y seria, sentencia que las feministas trajeron la peste al país en connivencia con el gobierno. Seguramente, la sentencia judicial, si la hay, será más matizada pero entretanto el asunto estará un día sí y otro también en el telediario. No desdeñen la potencia explosiva de una sentencia judicial. Fue una sentencia la que descalabró al pepé de don Rajoy y creó las condiciones para la moción de censura que llevó a don Sánchez a la presidencia del gobierno. La derecha no lo olvida ni por un segundo.

Abierto el frente, sigue la batalla. El gobierno destituye al jefe de la guardia civil que le estaba investigando por orden de la jueza; es un cargo de confianza y tiene derecho a hacerlo pero la jueza se cabrea y advierte que empapelará al gobierno por obstaculizar la investigación. Además, este jefe de la guardia civil fue muy beligerante contra los soberanistas del prusés, así que la oposición también puede decir que el gobierno lo ha destituido para camelar a don Rufián y compañía. Todo esto ocurre en un contexto en el que uno de los negocios más prometedores de la nueva normalidad es, además de la fabricación de mamparas y geles hidroalcohólicos, el de las demandas al estado por los estropicios de la peste para el que ya se están preparando los bufetes de abogados. Continuará…