Los seguidores de esta bitácora saben que su autor no suele ser competente en los temas que comenta y es de temer que lo sea aún menos en el que viene a continuación. De hecho, no se le hubiera ocurrido abordarlo si no fuera por la necesidad de entender él mismo una cuestión que ha derivado en una fisura, otra más, en nuestro bien amado gobierno de izquierda. Esperemos que los vejetes cisgénero que leen estas líneas sepan apreciar el esfuerzo. Veamos de qué va la historia y empecemos el vuelo desde las nubes.
La era cultural que conocemos como post modernidad es contemporánea y correlativa al auge de neoliberalismo y en ella conviven la aceptación universal de un único modelo económico y una infinita multiplicación de identidades sociales y culturales. Los dos grandes movimientos revolucionarios en marcha –el feminismo y el antirracismo- son identitarios, y lo mismo puede decirse de los movimientos reaccionarios, como el Brexit, basado en la identidad nacional. La identidad es, pues, un sujeto histórico en este tiempo pero tiene la contraindicación política de que se refiere a aquello que es igual a sí mismo y por lo tanto tiende al ensimismamiento y a la fragmentación. La agregación de identidades forma un mosaico, no un bloque, que es lo que se necesita para establecer una hegemonía política o como poco para hacer valer los derechos de un colectivo.
En este marco, el movimiento feminista se ha visto alterado y en alguna medida amenazado por la reivindicación de la teoría queer llamada libre autodeterminación de género, según la cual el individuo tiene derecho a adscribirse al sexo que sienta suyo sin más trámites ni peros. En la época pre queer, las personas cuya íntima identidad sexual estaba en desacuerdo con su anatomía eran diagnosticadas de un trastorno de identidad llamado disforia de género y debían atravesar un proceso de transformación física mediante medicación y cirugía antes de obtener el reconocimiento civil de su condición sexual. Desde tres años atrás, en España no es necesaria la cirugía genital para el reconocimiento de sexo pero se mantiene el diagnóstico de disforia como trámite médico. Lo queer afirma que la identidad de género es un hecho íntimo y personal que precede a cualquier forma de sanción médica o judicial y quiere acabar con la patologización [sic] de la transexualidad.
El primer obstáculo que ha encontrado la teoría queer lo representa el feminismo clásico cuya fuerza se sustenta en la convicción de que la condición social e histórica de las mujeres, y en consecuencia su papel subalterno y dependiente en la sociedad patriarcal y machista, tiene la raíz en su condición biológica. Las mujeres son gente que menstrua, ha sentenciado J. K. Rowling, la autora de las aventuras de Harry Potter, que ha dado al debate una resonancia internacional, en contra de la opinión de los jóvenes actores y actrices que encarnan a sus personajes.
El recelo y la oposición del feminismo está en la banalización de un hecho determinante como es el sexo de las personas. Aquí, la disensión política ha alcanzado al gobierno, ya que las futuras leyes de igualdad elaboradas por el ministerio que preside doña Irene Montero (unidaspodemos) estarían inspiradas por la teoría queer, a lo que se ha opuesto el pesoe, socio mayoritario del gobierno, además de otras feministas históricas como Lidia Falcón, que han sido acusadas de situarse en posiciones de la extrema derecha del grupo hazte oír.
El viejo que esto escribe cree entender que buena parte del embrollo viene de la confusión, inducida hace unos años en el lenguaje, entre género y sexo. En la interpretación arcaica, el género era una convención gramatical y el sexo un hecho anatómico, ambos determinantes en su propio ámbito de competencia. Pues bien, parece que ya no es así. Ahora, el género es un constructo social y el sexo un accidente biológico. El primero puede ser configurado según los intereses identitarios y el segundo obviado por las mismas razones. Parece que los autores de esta revolución léxica no tuvieron en cuenta todas sus consecuencias.
Y hasta aquí lo que sabe del tema este escribidor que se ha metido en el jardín intrigado por el significado del término queer. Disculpen las inexactitudes y no minusvaloren el esfuerzo que ha significado escribir estas líneas.