Si no fuera un insulto inmerecido a la inteligencia de los perros podría decirse que la producción intelectual que sale de los think tanks, laboratorios de ideas, proveedores de doctrina o como quieran llamarse esos artefactos que dan sombra a los partidos políticos tienen el nivel de un centro de adiestramiento canino. Hace unos días, después de que el ardor guerrero de la intrépida doña Ayuso diera muestras de flojera al representar junto a don Sánchez una apariencia de tregua o armisticio acordado para combatir al coronavirus sobre un inflamado fondo de banderas, la faes, ese fea fantasmagoría que representa la quintaesencia del pepé, emitía un ucase de obligado cumplimiento en el que recordaba a la presidenta madrileña que el objetivo de lo que se ha llamado la batalla de Madrid no es atajar la pandemia y restaurar la salud de la ciudadanía sino conseguir que no se atribuya a la gobernación del pepé la responsabilidad de las bajas provocada por el virus. Y para que la cabecita pinturera de doña Ayuso captara el meollo del mensaje, se utiliza una imagen muy gráfica y se le conmina a no rendir Madrid a un catalán socialista, que no es otro que el atribulado ministro de sanidad, don Illa.
Doña Ayuso entendió de inmediato la orden porque la épica que inspira a la derecha española está jalonada a lo largo de los siglos de ciudades asediadas por infieles de toda laya, en las que se ha forjado el macizo de la raza: Numancia, Sagunto, Tarifa, Zaragoza, Gerona, el alcázar de Toledo, etcétera, donde los muertos importan menos que el aprovechamiento legendario de la causa. Ahora es Madrid, asediada por un catalán y socialista. Los cierto es que la situación actual de Madrid se parece más a la de la guerra civil bajo las bombas fascistas, en la que toda la población estaba amenazada, y más los barrios obreros, pero esa efeméride no forma parte del santoral faésico.
La delirante presidenta madrileña entendió el mensaje y de inmediato se puso a la tarea de boicotear cualquier intento de entendimiento con el gobierno social-comunista-separatista, lo que en la práctica, y para lo que interesa, significa desentenderse de la pandemia. Doña Ayuso y el covid19 comparten una vitalidad desbocada y una nula inteligencia. Ni el virus ni la presidenta saben lo que hacen, pero lo hacen con una eficacia y tenacidad pasmosas. Así que, mientras el gobierno regional madrileño invertía todos sus recursos tácticos en frenar al catalán socialista, el virus iba a su bola hasta convertir Madrid en el asombro del mundo. Hoy parece que ha tenido lugar la última, o quizá penúltima, escaramuza de la batalla de Madrid. La resolución del gobierno central entra en vigor en unas pocas horas, y los ayúsidas lo han anunciado pidiendo a la población que recuerde quién es el culpable del caos (sic) que sufrirá en los días que vienen: el catalán socialista.
La pregunta es: ¿nos librará de los idiotas la pandemia? El virus parece haber entendido de qué va la cosa y ha infectado a Trump pero quién sabe.