He aquí una palabra de rancio abolengo en la cultura política española que, básicamente, se traduce por: ¡aquí estoy yo!, ¿qué pasa? Antaño, el pronunciamiento era cosa de militares y así está recogido en el diccionario rae, pero se ve que este año, en que no hay desfile en la fiesta nacional (o de la hispanidad, o de la raza, o de lo que sea), la encomienda ha quedado a cargo de una milicia voluntaria reclutada por doña Cayetana y formada por un centenar y pico de relevantes personalidades, políticos previsibles, rostros en la multitud y veteranos del salseo nacional, que desfilan en un vídeo y proclaman, uno tras otro, como en jura de bandera: ¡viva el rey! A la parada han incorporado a doña Belén Esteban, la televisiva princesa del pueblo, diríase que en el rol de mascota del tercio pues es sabido que esta figura es la que concita mayor aprecio y simpatía entre la multitud cuando desfila la legión.
Muy chungo tiene que percibirse el futuro de la monarquía española si su defensa requiere la movilización de esta guardia pretoriana de vejetes libres e iguales, y desocupados, habría que añadir, la mayor parte de los cuales con seguridad ni siquiera ha hecho la mili. La consigna ¡viva el rey! es proclamada por estos reclutas de manera uniforme y sin variantes, como debe ser en un régimen regimentado, aunque alguno, como el ex ministro don Corcuera, se adorne dirigiéndola como un desafío a un fantasma que él ve detrás de la cámara que le graba e identifica como fascistas que van de progresistas, quienes quiera que sean. Es la aportación del ministro de la patada en la puerta al debate patrio. Pero, ya se ha dicho, excepto los pocos que citan a Felipe VI por su nombre, los demás se atienen al sintagma exclamativo y solo la capitana lo subraya con un toque de ingenio comunicacional sosteniendo coquetamente sobre el pecho un ejemplar de la constitución, como el abanico que portaban las modelos de Goya, majas y aristócratas, que le han de resultar familiares a doña Cayetana.
Viva el rey puede parecer una aserción clara e inequívoca pero deja de serlo si reparamos en que aquí tenemos no un rey sino dos por lo que la consigna bien podría extenderse al genérico viva la monarquía, lo que, a la vista de las circunstancias, podría traducirse por ¡viva el rey manque sea un depredador y un trincón!, tan parecido a aquel ¡vivan las caenas! con el que nuestros ancestros recibieron al rey felón, el mismo que proclamó aquello tan famoso de marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional. Como se ve, constitucionalistas los ha habido en todas las épocas y de todos los colores.
Vivimos tiempos inquietantes e interesantes pero los viejos hemos de procurar que no resulten ridículos. Una precaución que ignoran los reclutas libres e iguales de doña Cayetana.