Lástima que el término que da título a este comentario esté desacreditado por la ciencia porque es eufónico al oído, plástico a la vista y maleable en la imaginación, y con tales créditos este escribidor se atreve a formular la siguiente hipótesis: vox es el cerebro reptiliano de la derecha, la zona neuronal donde se alojan los vestigios de etapas anteriores de la evolución y que controla el comportamiento y los mecanismos instintivos de la supervivencia, En esta clave genética se puede entender la crisis de identidad que padece el pepédon Casado vs. doña Ayuso– y que se resume en quién está mejor dotado para bailarle el agua al socio voxiano, atender a sus requisitorias  y satisfacer sus querencias. Vox es un organismo muy primitivo, carece de programa político y sus manifestaciones públicas se caracterizan por la mendacidad y la insania. Es un gorila sentado a la mesa familiar, al que los comensales tratan con una mezcla de curiosidad, fastidio y deferencia porque bajo la tosquedad de sus modales comprenden que es una parte irrenunciable de la familia.

La pregunta que recorre el actual escenario político, no solo en este país sino en todas democracias de occidente, es: ¿en qué momento y por qué razón el cerebro reptiliano se separó del cuerpo doctrinal y social de la derecha y adquirió lo que parece vida propia? Y sobre todo, ¿qué efectos va a tener esta escisión si se mantiene en el tiempo? Es una pregunta que se hacen sesudos analistas y observadores y que, previsiblemente, se hará más perentoria cuando frau Merkel, la última mohicana reconocible del conservadurismo clásico, deje la política. Aquí, godzilla eclosionó cuando el pepé jubiló a  don Mariano Rajoy, un parsimonioso y abúlico conservador típico, y buscó en el tarro de las esencias a un líder, cómo decirlo, más racial. Y ahí estaba el intrépido don Casado, que habría de conjugar la respetabilidad de la firma conservadora con un merchandising atrevido y sorprendente.

La misión no ha resultado fácil para el ungido al que el esfuerzo ha convertido en un donmariano agitado, gritón y vacuo. La energía que le otorga la juventud le permite corretear incansable, e ineficiente, por la cancha, a la espera de un tropiezo del gobierno, sin resultados. Un espectáculo tedioso, así que la empresa y el público han empezado a dedicar una golosa atención a doña Ayuso, la intrépida marypoppins que ha llegado del cielo y trae consigo en su gran bolso mágico el perdido cerebro reptiliano de la derecha, junto a otros muchos artilugios prodigiosos, que nos tienen boquiabiertos, como la oficina de defensa del español del cantamañanas don Cantó, para citar el de más reciente presentación si no el más asombroso, por ahora.