Don Volodomir Zelenski ha debido quedar satisfecho, confortado, seguro y agradecido después de recibir de los tres mosqueteros –Macron, Scholz y Draghi- una palmadita de ánimo en el hombro y la promesa de que tiene abiertas las puertas de la unioneuropea. En el gesto versallesco va un claro mensaje al bárbaro don Putin: touche pas a mon copain. No sabemos qué nivel de realidad es capaz de soportar ahora mismo la conciencia de don Zelenski, en una situación en la que la mayoría de los humanos estaríamos majaretas, pero, por si acaso, debería documentarse en los precedentes para saber qué significa el proceso de ingreso en la ué. Pongamos el ejemplo de España, un país de arrebatado europeísmo, como experimenta don Sánchez cada vez que tiene un tropiezo con los vecinos del sur.
La primera solicitud española de ingreso se hizo en 1962, pero en aquel momento no se atendió porque la dictadura de Franco no cuadraba con los estándares exigidos a los socios. Volvió a intentarse en julio de 1977, ya en marcha la restauración democrática pero antes de que se promulgara la constitución, y la comisión europea esperó a que se aprobara para iniciar las negociaciones en noviembre de 1978, aunque estas empezaron de facto cuatro meses después, en febrero de 1979 y, reunión va, reunión viene, se llega al acuerdo de adhesión en junio de 1985, aunque la entrada se hizo efectiva en 1986.
Don Zelenski puede esperar a que, con suerte, le abrevien los trámites pero aunque se los redujeran a la quinta parte, digamos, ¿dónde estará Ucrania dentro de dos o tres años? ¿Y dónde estará la unioneuropea? Eso sin contar con que los siempre amables holandeses ya han adelantado que no quieren a Ucrania en su club, ni ahora ni nunca. Bastante esfuerzo hacen para soportar a los pigs meridionales y su menesterosidad congénita. La cuestión de fondo es, ¿qué se desplomará antes, Ucrania o la unioneuropea? Los tres mosqueteros debían tener este dilema en la cabeza cuando visitaron ayer Kyiv. A simple vista, no hay duda de que Ucrania aparece más compactada que la ué, donde es inocultable la fisura entre el occidente que representan los tres mosqueteros y el oriente de los países emancipados de la tutela rusa.
Entretanto, en Bruselas seguimos a nuestras urgencias, que si la prima de riesgo, que si la deuda, que si la inflación, que un punto arriba o abajo en el interés del beceé. Parece un monopoly y en cierto modo lo es pero de alto riesgo porque los jugadores pueden caer en el canibalismo y los ricos devorar a los pobres. Que se lo pregunten a los griegos o a los españoles de los días no tan lejanos de la crisis económica. Pocas bromas. Por lo demás, aquí estamos en situación de drôle de guerre, tomando un capuchino en la verbena adornada con banderitas ucranianas y confiados en la línea Maginot, lo que quiera que signifique eso.
Que dias aquellos tan claros de los célebres «criterios de convergencia» con los que tanto tuvimos que sufrir !!!!! Ahora la «convergencia» se dibuja con lineas que al pobre Maginot le hubieran dado ganas de volver a la escuela o a la facultad para estudiar las «geometrias analiticas de planos difusos» o de planes difusos, segun se mire.
Hola, Rodergas. Gracias por tus comentarios. Tienes razón, la fortaleza de la Unión Europea, a donde antes no entraban más que los elegidos y después de un durísimo periodo de prueba, va a seguir la misma suerte de la línea Maginot. Esta no defendió a Francia y la UE no va a salvar a Ucrania. Un saludo.