Quien controla el presente controla el pasado y quien controla el pasado controlará el futuro. (George Orwell)
Carajo, va a resultar que al final asistiremos a un milagro. La canallesca de hoy informa que el líder voxiano don Abascal se ha reunido con don Ramón Tamames en su búsqueda de un patriota que encabece la moción de censura que el partido ultraderechista quiere presentar en el congreso para derrocar la tiranía de don Sánchez y los suyos. Es asunto ya comentado en esta bitácora. La misión del candidato en dicha moción sería meramente transitiva y, una vez votada en sede parlamentaria la expulsión de don Sánchez de la poltrona, el nuevo presidente del gobierno debería limitarse a convocar elecciones para que los buenos españoles las ganasen de una p*** vez y devolvieran a la patria por rutas imperiales, en este caso a la Iberosfera.
Por lo que este escribidor sabe de sus abnegados lectores, no hace falta documentarles sobre quién es don Tamames, a la sazón un viejito de ochenta y nueve años. Pero, por si hubiera algún curioso que merodee en este rincón y ande en los cuarenta, resumiremos que fue acaso el intelectual más conspicuo de lo que ahora llaman el régimen del 78, con permiso de don Fernando Savater. Economista de relumbrón, pertenece a la mitológica generación de universitarios que dio con sus huesos en la cárcel a raíz de los sucesos de 1956. Era la primera vez que algunos vástagos de los vencedores de la guerra civil dieron señales de inconformismo; una parte de los cuales ingresó en el partido comunista, don Tamames entre ellos, de la mano del no menos mítico Jorge Semprún (a) Federico Sánchez pour nom de guerre. El inconformismo aquel no era incompatible con la colaboración con el régimen y don Tamames trabajó en el gabinete del ministro don López-Rodó para alumbrar el plan de estabilización que sería el punto de partida del desarrollismo de los sesenta. La dirección del pecé aceptaba esta ambigua situación: era la época del entrismo en las instituciones franquistas. En alguna untuosa entrevista reciente, don Tamames dice evocadoramente de sí mismo, yo podría haber sido ministro de Franco pero me dije, voy a esperar a la democracia, y, siguiendo este hilo argumentativo, califica de brillante la ejecutoria de los ministros franquistas del opusdei y afirma que los voxianos, a los que considera herederos del régimen de Franco, deberían seguir esa trocha abierta por él mismo y los tecnócratas de la dictadura.
Pero, entretanto, él permanecía en la órbita del partido comunista y con este carné llegó a la transición, como uno de los emblemas de la respetabilidad (entonces se llamaba normalidad democrática) de un partido demonizado en la dictadura y cuyos mejores cuadros acababan de salir de la cárcel molidos a hostias. En un mitin de presentación del partido, quizá primavera de 1977, don Tamames era uno de los oradores estrella y dijo algo que chocó a este espectador: debemos aceptar al partido y todo su pasado. ¿Todo su pasado? Sonaba raro en un burgués, pero, en fin, eran tiempos confusos y de acumulación de fuerzas, como se decía en la jerga, así que el autor de Estructura económica de España, un manual universitario de referencia durante décadas, fue diputado comunista en las dos primeras legislaturas. Luego, en un giro que solo el protagonista entiende, pero no infrecuente en la época, dejó de ser comunista para ser centrista en el cedeese, un partido fallido, diseñado para reflotar la carrera de don Adolfo Suárez (hoy, un aeropuerto de Madrid) al que las múltiples derechas que había aglutinado en ucedé durante la primera fase de la transición le reventaron el invento. Y hasta hoy. El escribidor mira al remoto anaquel de su biblioteca donde reposa la colección de anuarios del diario el país, que don Tamames dirigió durante dos décadas. Los polvorientos anuarios le devuelven la mirada y le dan la razón, qué viejos estamos.
Si el líder voxiano ha dado publicidad a su encuentro con don Tamames para hacerse un selfie con la historia, pase, pero, si de verdad cree que le puede servir a su rudimentario plan para echar a don Sánchez, lo mismo le da hacer una visita a la tumba de El Cid.