Para hacer frente al chorreo mediático que le ha venido encima a cuenta de su opíparo sueldazo de cuatrocientos mil euros, el presidente de la patronal don Garamendi se ha visto a sí mismo como una muchacha violada a la que reprochan que lleve minifalda. La comparanza ha cabreado a las chicas y desconcertado al resto de la audiencia. ¿Cómo funciona la madeja neuronal del presidente de los empresarios para que confunda la negociación del salario mínimo con una violación? Le habrá parecido jatorra (el aludido es vasco y sabe lo que significa) recurrir al amparo de la ley del sí es sí. Pero lo que demuestra don Garamendi con su ocurrencia es que presta poca atención a los asuntos de despacho que le competen y tiene la cabeza en el ruido de la calle. Es un txoriburu, en la lengua de su país.
El periodista Antonio Maestre explicaba en la tele que el trabajo de don Garamendi, por el que recibe su salario, consiste en preservar y, si se puede, aumentar la plusvalía del capital frente a las demandas de los trabajadores y, visto así, en clave marxista, hay que convenir en que el salario de cuatrocientos mil euros es más bien modesto habida cuenta las colosales plusvalías que contabilizada el capital en estas fechas. Si don Garamendi consigue frenar la oleada socialcomunista, sus empleadores dan por bien pagado el sueldo que le han asignado, y, si quiere llevar minifalda, pues que la lleve. Este es un país libre.
Pero un psicoanalista no se sentiría satisfecho con esta explicación. Don Garamendi en minifalda es una imagen inquietante, característica de la trans-mutación (para decirlo en dos palabras, como diría Jesulín de Ubrique) de los valores en esta época líquida. A ver si va a resultar que el presidente de los patronos no es tan simple como parece y lo que ha querido es ampararse en la ley trans para distraer a la izquierda materialista con un señuelo de la izquierda identitaria, ambas en el gobierno representadas, respectivamente, por doña Yolanda Díaz y doña Irene Montero, que no se hablan ni se miran, como sabemos.
Si esta hipótesis es acertada, don Garamendi ha dado en la clave del desconcierto en que está sumida la izquierda, entre la materia, que es una categoría universal, y la forma o identidad, que es un atributo particular. Esta pugna irresuelta entre materia e identidad, es decir, entre estómago y piel, muy bien podría acabar con el gobierno de don Sánchez y, en ese caso, don Garamendi podría desprenderse de la incómoda minifalda. La mala noticia para él es que sus empleadores ya no necesitarían de sus esfuerzos para defender las plusvalías del capital porque el gobierno que venga lo hará de oficio, y estaría justificado que le rebajaran el sueldo. Aquí nada se da gratis, como sabe el aludido.