La imaginación europeísta dibuja el futuro del continente como un estado plurinacional caracterizado por la igualdad de sus varias ciudadanías, normas básicas comunes y fronteras bien definidas y defendidas. Esta imagen procede de un modelo antiguo, acuñado en los tratados de la paz de Westfalia (1648), que configuró el espacio europeo moderno como un mosaico de estados-nación implantados sobre demos homogéneos definidos por la cultura, la religión o la raza. Es el marco recurrente de la imaginación política europea, que si funcionó más o menos bien durante cuatro siglos fue por la supremacía que los países europeos ejercieron sobre el resto del planeta. El modelo descarriló en el siglo pasado en las dos grandes guerras europeas, llamadas mundiales, que nadie quiere repetir, a las que siguieron la emancipación de las colonias.
No obstante, los europeos no conseguimos superar el modelo de Westfalia y cada vez que sale a debate la Europa futura, viene acompañado por la cuestión de la seguridad de las fronteras, e implícitamente, por la exclusión del otro. La inmigración es necesaria para el desarrollo de los países europeos y solo es penosa para los propios inmigrantes, que se juegan la vida, y la pierden en ocasiones a la puerta de nuestra casa, para nuestra vergüenza. En todo caso, la inmigración –la llegada perentoria del otro y más tarde su estadía entre nosotros-, por más pacífica y beneficiosa que sea, se ha convertido en el banderín de enganche para la eclosión y crecimiento de partidos populistas de derechas que ven en el otro el chivo expiatorio de todos los males reales o inventados. Es una deriva que no se puede tomar a la ligera porque esta corriente xenófoba y antieuropeísta ya está en el gobierno de algunos países de la UE, como Hungría e Italia, y en España está más cerca que lejos.
Es necesario, pues, conocer a fondo la circunstancia de los nuevos europeos, que con frecuencia no son tan nuevos porque llevan dos o tres generaciones afincados en nuestros países, ahora enfrentados a un discurso público que cuestiona su presencia y estigmatiza su marco cultural. Una situación que afecta de manera especial a las comunidades musulmanas.
Es el tema del tercer encuentro en el ciclo Europa, ¿qué futuro?, que organiza la Biblioteca de Navarra con el título Europa y el sur global. Migración, diferencia y ciudadanía, a cargo de Daniel Gil-Benumeya Flores, arabista, doctor en el programa de Ciencias de las Religiones de la Universidad Complutense de Madrid y profesor del Área de Estudios Árabes e Islámicos de la misma Universidad, especializado en la historia y actualidad de las comunidades musulmanas en Europa y España. El acto tendrá lugar mañana martes 9 de mayo –Día de Europa-, a las 19.00 horas, en la sede de la Biblioteca (Paseo Antonio Pérez Goyena, 3. Pamplona).